CAMAGÜEY.- En la actualidad, visitar entidades comerciales de la ciudad camagüeyana o de cualquier otra provincia en busca de un producto o servicio, y recibir un trato cordial que hable de la buena educación formal, se ha convertido para todo cliente en un verdadero acertijo.

Es una incertidumbre constante la atención que puede recibir un consumidor tanto en las tiendas recaudadoras de divisas como en las de moneda nacional, industriales o de mercados de alimentos, en tiempos en los cuales parecen perdidos en parte de sus empleados los valiosos principios del respeto, la
amabilidad y la gentileza.

El cliente interesado en la compra de cualquier producto, equipo o confección, incluso con sacrificio en ocasiones cuando se trata de las tiendas "recaudadoras", es propenso hoy día a recibir maltratos, que incluyen desde una desagradable expresión facial, negativas para aceptar billetes de mayor valía y hasta reticencias a la hora de ejecutar el pago mediante tarjetas de crédito.

Más triste aún resulta el caso en el que, sin soportar evasiones, la ayuda es prestada con el mayor desánimo, sin interés de hacer gestiones secundarias para lograr la posible complacencia del público.

Estimulada quizás por el ritmo acelerado de la vida, las necesidades económicas y muchas veces también por el escaso amor al trabajo, esa triste situación aunque no constituye tampoco una generalidad, es una realidad que enfrenta a diario el consumidor.

Por suerte, todavía existen quienes dan un aliento de esperanza, como el caso, por ejemplo, de Jorge Luis Rodríguez, un joven dependiente de la tienda Caracol, en zona la comercial de la calle peatonal Maceo, de Camagüey, donde da muestras de un excelente trato.

En la labor de sugerir modelos de calzados y localizar tallas que se ajusten a la horma del cliente, el joven dependiente se desenvuelve con gran paciencia y cortesía, prácticas gracias a las cuales en muy pocas ocasiones una persona se retira del citado establecimiento comercial sin un nuevo par de zapatos.

La experiencia de una atención de este tipo, que no desprende queja alguna, y deja al comprador agradecido y satisfecho, es de las que deben caracterizar a toda la red comercial, no solo en este territorio sino en todo el país.

Sin embargo, ante la inexistencia de medidas más estrictas para lograr un cambio de panorama, cada día proliferan conductas y sistemas de trabajo que perjudican al cliente.

Entre ellos, los de nuevo aparecidos horarios de almuerzo, los cambios de turno, así como también los cuadres de caja antes de tiempo, que, además de frenar las ventas, provocan el disgusto de la población, aunque fueran combatidos y eliminados hace años.

Falta también aún continuar proponiendo la extensión del horario de ventas en diversas tiendas, para facilitar que las personas puedan acudir a estos establecimientos una vez que concluyan sus respectivos horarios laborales o ante una emergencia de último minuto de contar con un artículo.

Aun cuando recientemente en Cuba se establecieran nuevas normas de protección al consumidor, hacer valer los derechos de la población en entidades comerciales constituye una tarea pendiente, donde la exigencia y el control deben garantizarse desde los propios centros de servicios.