CAMAGÜEY.- El siniestro complot contra el ex presidente Rafael Correa se escribió en Washington y se encargaron de filmarlo las autoridades judiciales de Ecuador, con la clara intención de impedirle regresar al panorama político de su país.

La tenebrosa historia para llevarlo al banquillo de los acusados, los autores la sacaron de la“manga”. desempolvando un incidente ocurrido hace alrededor de seis años, en el que se vio envuelto un “cambia casaca” nombrado Fernando Balda, ex asambleísta de Alianza País, la coalición que llevó dos veces a la presidencia ecuatoriana a Correa y de la cual se separó, según su versión, por desacuerdos con medidas de la Revolución Ciudadana.

Balda terminó por emigrar a Colombia, donde continuó su labor detractora del gobierno de su país, hasta que un buen día del mes de agosto del 2012 fue objeto de un secuestro en un barrio bogotano, supuestamente por agentes de la Secretaría de Inteligencia de Ecuador.

Ahora, el relato del incidente es digno del más truculento filme policíaco al estilo hollywoodense, según su versión: “caminaba por la calle cuando de una camioneta blanca salieron unos individuos, me golpearon y me subieron al vehículo, pero un taxista que vio la operación se encargó de llamar a la policía colombiana, que inició la persecución de los secuestradores quienes, descubiertos, lo abandonaron en una carretera desierta”.

Lo demás es historia conocida, uno de los supuestos secuestradores, años después, admitió su participación en el hecho y señaló a Correa como responsable por ser el jefe de esa Secretaría, y Balda se encargó de hacer la denuncia ante la fiscalía ecuatoriana, que ni corta ni perezosa instruyó de cargos al ex presidente, y la jueza Daniela Camacho dictó una medida cautelar por la cual este debía presentarse cada 15 días a la Corte Nacional de Justicia en Quito.

Correa, quien reside desde el año pasado en Bélgica trató de observar la medida presentándose en el consulado ecuatoriano en ese país europeo, lo cual fue interpretado como un incumplimiento de la orden dictada en su contra, por lo cual se determinó su prisión preventiva por la Corte Nacional de Justicia.

En todo este proceso llama la atención la diligencia con que ha actuado el poder judicial en Ecuador para encausar al ex presidente Correa para sacarlo del juego político, lo que hace pensar, como dije al principio, que el guion fue escrito en Washington, no ahora, desde luego, sino que desde hace mucho tiempo viene aplicándose a los líderes progresistas y de izquierda que no se ajustan a los intereses del imperialismo norteamericano en América Latina y el Caribe.

Baste recordar a Fernando Lugo en Paraguay, y la larga cadena continuada con Zelaya en Honduras, Cristina Fernández en Argentina, Dilma Rousseff, y el vergonzoso caso de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, que no solo fue condenado a prisión sin prueba alguna, sino que desde el punto de vista judicial muestra el evidente interés político existente en sus decisiones y las propias contradicciones que existen en un poder judicial adiestrado para servir a la derecha nacional e internacional en la contraofensiva imperialista en la región.

En toda esta trama, es significativa la presencia del vicepresidente estadounidense, Mike Pence, en varios países de la región y, sobre todo, en Ecuador, visita que nunca hubiera realizado durante la Revolución Ciudadana de Rafael Correa y si ahora lo hace es por la disposición que ha mostrado el actual gobierno de Lenín Moreno, de estrechar los vínculos con los Estados Unidos.

De todas formas, las acusaciones contra el ex mandatario han sido rechazadas por él, y con masivas manifestaciones en varias ciudades ecuatorianas, al igual que personalidades políticas del área han repudiado las imputaciones que se le hacen por considerar que tienen un marcado matiz político y que se inscriben dentro de la estrategia de golpe suave que pretende restituir la aplicación de la Doctrina Monroe en el subcontinente.