CAMAGÜEY.- No tuve, por desventura, el privilegio de estudiar bajo planes de enseñanza en los que las estadísticas por los aprobados no fueran más que un tema sin relevancia. Tiempos esos en los que la prioridad se centraba por encima de todo en la formación de los alumnos, la autopreparación y retroalimentación entre ambas partes.

Esto no quiere decir que mi formación esté totalmente errada, al contrario, considero que siendo un país del Tercer Mundo, prendemos fuego, en el mejor sentido de la expresión, a las pirámides de cera construidas falazmente por algunas naciones posicionadas en las primeras líneas en el ranking de la rama educacional.

Sin embargo, sería prudente que a la par de conocer nuestros merecidos reconocimientos, nos demos cuenta de que “una golondrina no hace verano”, y para continuar la recogida de buenas cosechas es preciso no solo tener eficacia, sino también eficiencia.

Qué les parece prestar atención en los siguientes vocablos: cantanta, estudianta, y residenta; quizá pienses que es todo un derroche de pifias, y estás en lo cierto.

En gramática hay algo llamado participios activos o de presente, sin ánimos de impartir una clase de la materia, es preciso, para comprender el punto del comentario, conocer que estos participios terminan en nte, terminación que no admite variación alguna, muy aparte del género en cuestión.

Como la —nte— se añade cuando denota capacidad de ejercer la acción que exprese el verbo, es decir, significa “el que tiene identidad”. Resulta evidente el error de los ejemplos que les mostraba, entonces si percibimos esto, ¿por qué decimos con tanta firmeza presidenta?

El que preside se nombra presidente y no presidenta, muy independiente de ser femenino o masculino el que realice la acción, respetando, por supuesto, a las muchachas y los muchachos, a todos y todas, a los compañeros y compañeras del presente y al dentisto, el flautisto, el pianisto y otros del futuro que abogan desde ya por la defensa de género, la cual debe respaldarse en  acciones y méritos,  y no por palabras que supuestamente otorgan mayor igualdad.

La protagonista de esta historia es el vocablo presidenta. Su hegemonía abarca desde el más típico ciudadano hasta los más reconocidos hacedores de la palabra en la radio, la televisión y la prensa escrita. En eso se ha convertido la pifia de nombrar a la presidenta en vez de la presidente, en algo común, pero desacertado.

Aunque siempre queda el anhelo de que la presidenta se retire del cargo tan posicionado, y no que cobre más fuerza con la compañía de la asistenta y la dirigenta, porque si la Real Academia Española ya acepta a la presidenta, en breve tendremos a nuestras estudiantas como futuras cantantas, dirigentas y a todo un absurdo que no tiene pies ni cabeza.

Esta es la época de otros métodos educativos y de modificaciones constantes, donde no puede ser permisible perder el eje fundamental de nuestra esencia, y sin dudas, saber que rectificar es de sabios, para palpar nuevamente la superación como factor indispensable en el desarrollo de las sociedades.