CAMAGÜEY.- Los resultados no sorprendieron. Las encuestas daban a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como ganador absoluto. Todo parecía indicar que la única manera de impedir su triunfo era que se repitiera la historia del 2006 y le arrebataran las elecciones. Claramente, en aquel momento su posición era más radical que la presentada ahora; esto, unido al escenario político que había en la región, no le convenía a nadie que un hombre así llegara a la presidencia.

Hoy la historia es otra. La diferencia es que ahora lo obligaron a correrse más al centro, y para obtener la victoria tuvo que hacer pactos con la derecha que le impedirán llevar a cabo el proceso verdaderamente transformador que necesita el Estado mexicano. Fue “casualmente” después de la reforma energética de Peña Nieto que le permitieron entrar al Palacio Nacional. ¿Por qué ahora? Porque ya los hidrocarburos están en manos de las grandes transnacionales y él mismo declaró que no los nacionalizaría.

No sé, entonces, de dónde sacará dinero para cumplir las promesas de crear más empleos, reanimar la economía nacional, terminar la guerra interna y combatir la corrupción. Respecto a la política internacional en su discurso de anoche dijo que se llevaría bien con todo el mundo, realmente no encuentro forma alguna para llevarse bien con un gobierno como el de Trump, que pretende levantar un muro en la frontera entre ambos países y que lo paguen los mexicanos.

Tiene a su favor AMLO ser un viejo lobo en política y que el magnate inmobiliario haya sido el primero en felicitarlo, seguramente desde su cama en la Casa Blanca.


Ayer la palabra más pronunciada de la noche fue democracia, no sé qué concepto tendrán ellos, pero en el mío no caben más de 120 aspirantes a puestos públicos muertos. Tendrá que luchar López Obrador por fortalecer verdaderamente la democracia mexicana, tiene a su favor que la coalición Juntos haremos historia ganó la mayoría en el Senado y el Distrito Federal. Si quiere puede desatarse, porque para nadie es un secreto que asumirá atado de manos y pies.

Por lo menos intentará frenar el neoliberalismo y las privatizaciones, por eso sí es antineoliberal. La alternativa de Andrés Manuel es cambiar ese paradigma hacia un esquema de fortalecimiento del mercado interno, elevar la capacidad de compra de los trabajadores, combatir la desigualdad e impulsar la inversión pública. Pese a ello, contrario a lo que pasa normalmente, el peso se apreció en el mercado, y hasta los banqueros vaticinaron que la victoria clara de López Obrador “despejará la incertidumbre” y será positivo a corto plazo para los inversores.

El presidente de la principal asociación empresarial mexicana ya ofreció su apoyo al nuevo mandatario, y así será con todos mientras no les toquen sus intereses. Remember Chávez, Lula, Evo, Néstor, Cristina, Lugo, con todos pasó igual.

AMLO ya entró en la historia, sus llamados a terminar con la “mafia del poder” le dieron resultado: terminó con la alternancia de los dos partidos tradicionales en la Casa de Gobierno, pues este resultado no es más que un voto de castigo contra el establishment.

El nuevo Presidente mexicano tiene al pueblo, tiene mayoría en el legislativo y por tanto capacidad de cambio en un país que lo necesita a gritos, solo hace falta que no se quede entre la alegría de la victoria y las promesas que no podrá cumplir.