CAMAGÜEY.- Cuando usted, amigo internauta, vea por algún lado o escuche que se pronuncia el nombre de Marco Rubio, senador norteamericano, lamentablemente de origen cubano, y más si está acompañado del de Ileana Ros-Lehtinen, afirme sin temor a equivocarse que están vinculados a alguna conspiración contra algún pueblo latinoamericano y caribeño. De eso han estado viviendo todos estos años, y si alguna notoriedad han alcanzado en sus cargos legislativos del Gobierno estadounidense es precisamente por haber estado siempre al servicio de las peores causas, defendiendo los intereses que como parte del sistema imperialista representan.

Insertados en la industria anticubana de Miami durante años tratan infructuosamente de destruir la Revolución, y cuando menos, de torcer su rumbo; unas veces cabildeando en ambas cámaras del Congreso, otras presentando agresivos proyectos ante ellas o sumados a las organizaciones contrarrevolucionarias que pululan en La Florida, tan solo agrupados en la flora más recalcitrante y desfasada de un exilio que se niega a fenecer tras mellar todas sus armas y presencia prácticamente extinguida.

Fieles a los objetivos que los ocupan, sobre todo Marco Rubio, ahora como asesor de Donald Trump, porque ya Ileana se bate en retirada en su cargo, que se le está acabando en activo, encuentra otros frentes contra los cuales romper lanzas, en este caso Venezuela, Bolivia, y ahora, con su habitual oportunismo, Nicaragua, que está enfrentando una arremetida de la derecha nacional y la acción subversiva del imperialismo norteamericano contra los gobiernos que no son de su agrado en la región.

Lo que en apariencia comenzó con protestas por una nueva legislación sobre las pensiones puestas en vigor por el gobierno de Daniel Ortega, que inmediatamente derogó ante el rechazo obtenido, la oposición, avivado el fuego por la reacción internacional liderada por el gobierno estadounidense, se ha encargado de convertir el país en una hoguera en la que la delincuencia, el pillaje y el vandalismo se han enseñoreado en varias de sus ciudades, ocasionando numerosos muertos, cientos de heridos y cuantiosos daños materiales.

En vano han sido los constantes llamados al diálogo de las autoridades sandinistas a las fuerzas opositoras, que solo ha mostrado oídos sordos a todas las propuestas, poniendo de manifiesto las claras intenciones de derrocar el régimen o la de convocar a elecciones anticipadas, esto último considerado como una intentona de golpe de Estado, si tenemos en cuenta que solo hace unos meses tanto Daniel Ortega como Rosario Murillo resultaron electos como presidente y vicepresidenta, con una abrumadora mayoría de los votos del pueblo nicaragüense.

Donde no podía faltar, el coro llegó a la reciente Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada en su “significativa” sede de Washington, donde se “molestó” en acudir el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, para reiterarle a Luis Almagro, secretario general de la organización, la indicación de que Venezuela debía ser expulsada de esa institución, con tremendo fiasco al no encontrar consenso entre las naciones presentes, y membresía a la que hace rato renunció la Revolución Bolivariana.

De paso, para estar al día, recomendó a Nicaragua la “restitución” de la democracia en el país, para lo que ellos no escatimarán esfuerzos, y en cuanto a Cuba dedicó especiales “piropos” a la juventud, a la cual confían, con total ignorancia de la realidad cubana, el cambio de régimen en la Isla y cuyo rechazo a tal papel, nuestros jóvenes lo han puesto de manifiesto, por ahora en los eventos juveniles de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) que se están celebrando con vista a su Congreso.

En su momento, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Mayor de las Antillas denunció los intentos de desestabilizar Nicaragua, nación que hasta ahora había vivido en paz y donde se han conseguido notables avances sociales, económicos y de seguridad a favor de su pueblo, al tiempo que rechaza la injerencia en los asuntos internos de esa nación hermana.

Los cubanos, que conocemos las raíces revolucionarias de los nicaragüenses, que les vienen desde el legado antiimperialista de Augusto César Sandino, de Fonseca y de las mil batallas libradas por su soberanía e independencia a lo largo de su existencia como nación, sabemos que sabrán sobreponerse a estas artificiales circunstancias creadas por sus enemigos y lograrán restaurar la paz y la concordia que anhela ese pueblo para seguir marchando adelante en los objetivos de desarrollo económico y social, para bienestar de todos.