El Papa Francisco en su carta encíclica Nuestra Casa Común hizo un llamado a toda la humanidad para salvaguardar la vida en el planeta en la que atacó las entrañas del capitalismo. Más de veinte años antes, en el año 1992, durante la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro, Brasil, Fidel Castro, el líder de la Revolución que cambió el destino de América Latina y padre de los revolucionarios de nuestro continente en el siglo XX, había efectuado un llamado para desterrar el hambre y no acabar con el hombre, alertando que una gran especie estaba en peligro de extinción: la humana.

Transcurrían los últimos años de la década del ‘60 de la pasada centuria y un significativo grupo de científicos emitía un grito de terror a la comunidad internacional: la Tierra puede sufrir un colapso como consecuencia del irresponsable actuar de nuestra especie. En aquel momento no faltó el sentido  común de respetar la creación, el que se ha ido marchitando constantemente en la medida en que el sistema capitalista se ha ido tornando más cruel, luego de encauzarse por los senderos de Friedman. La Chile de Pinochet, no la de Allende, fue el primer laboratorio del neoliberalismo en la región carpenteriana de lo “real maravilloso”.

La respuesta ante tal chillido no se hizo esperar. Estocolmo, la capital de Suecia, fue el templo en el que numerosos países en el ya lejano 1972 dieron inicio a una historia sin precedentes: la del desarrollo de una conciencia ambientalista que trascendería a la posteridad. La Conferencia de Estocolmo, aunque con un marcado carácter antropocentrista, gestó una revolución no solo ecológica, sino también, en lo jurídico, en lo político y en lo social.

En ella tienen su germen las nociones de gestión ambiental y de marco institucional ambiental. Fue la antesala inspiradora del desarrollo sostenible. La Conferencia sobre Medio Humano en la tierra de los Nobel fue el punto de partida para el surgimiento y evolución del Derecho Ambiental y sus principios, y del llamado constitucionalismo ambiental, incluso, del Derecho Ambiental Internacional. Luego de la misma, numerosos estados promulgaron leyes protectoras del ambiente y constitucionalizaron la obligación de los poderes públicos de crear políticas y acciones dirigidas a su protección. Algunos textos constitucionales latinoamericanos estuvieron entre los primeros en constitucionalizar el derecho a un medio ambiente sano como derecho fundamental.

Desde aquel entonces no han cesado las actuaciones con el propósito de salvaguardar el planeta y sus recursos, en fin: la vida. Se han puesto en vigor numerosos instrumentos jurídicos internacionales, algunos con carácter vinculante. Se han creado programas y proyectos internacionales como el PNUMA y la Agenda 21, así como proyectado conferencias para el tratamiento de este tema medular. Basta mencionar las cumbres de Nairobi, Río de Janeiro, Johannesburgo, Copenhague, y más recientemente la de París, por citar ejemplos.

Sin embargo, ¿cuáles han sido los resultados? Continúa la destrucción de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de gases de efecto invernadero y con esto el aumento del clima global. Se descongelan los glaciares y crece el nivel del mar, con grave peligro para los pequeños territorios insulares y las grandes urbes y poblaciones enclavadas cerca de las costas. La contaminación de los ríos y océanos, el uso indiscriminado del agua, la tala abusiva de árboles, la erosión de los suelos y la desaparición de las especies son el reflejo del egoísmo desmedido de los hombres.

Por otro lado, la mayor parte de la población mundial desconoce lo que es una adecuada calidad de vida. El hambre, la insalubridad, el ruido y las vibraciones, en especial en las ciudades, el analfabetismo, etc., atacan más directamente al ser humano, elemento esencial del medio. La falta del reconocimiento de sus derechos, además, evidencia el total desconocimiento de las dimensiones de la sostenibilidad.

Grandes personalidades a lo largo de la historia: Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Rosa Luxemburgo, Mariátegui, el Che, Fidel Castro y Chávez, entre otros, revelaron al mundo las miserias del sistema capitalista, el que persigue una acumulación desenfrenada y un consumo desmedido, que se vuelven irracionales. No importa lanzar bombas que maten si se necesita producir armamento para incrementar el PIB de Estados Unidos. El fin justifica los medios.

Estados Unidos es el segundo emisor de gases contaminantes después de China. ¿Qué pensará Al Gore de Donald Trump, quien fuera candidato a presidente del país norteño hace algunos años y Premio Nobel de la Paz por su contribución al desarrollo de una conciencia ambientalista internacional? La reciente y manifestada intención del magnate “apolítico” de retirar su país del Convenio de París, el más grande logro alcanzado en vistas de retener el cambio climático y del que no forman parte ni Siria ni Nicaragua, criticado por varios jefes de Estado y jefes de gobierno hasta de países aliados de Estados Unidos ha causado indignación global. Luego de esto, la canciller alemana Ángela Merkel, considerada la mujer más influyente en el planeta en los últimos tiempos, conminó a Europa a construir su futuro, con independencia de la potencia de Norteamérica, aunque, manteniendo buenas relaciones.

El actuar de presidente Trump es el mayor homenaje del capital al futuro del planeta en este Día Mundial del Medio Ambiente. ¿Es una determinación sustentada científicamente? ¿Se trata de una decisión política?

La sobrevivencia de la tierra está en inminente peligro. Estamos como especie cometiendo un ecocidio, un genocidio, un suicidio, el más grande jamás visto. Es un problema de conciencia, de conciencia de los poderosos. Los patrones de acumulación y de consumo que nos son impuestos no permiten entablar una vida armónica con el ambiente de modo que nos permita satisfacer hoy nuestras necesidades, digo, la de los ricos sin alma, sin comprometer la satisfacción de las que presentarán las generaciones futuras. Razonemos todos: el principal enemigo del planeta no es Aníbal. Aníbal fue el mayor terror de Roma. El peor enemigo de nuestro planeta es el capitalismo.

*Profesor de Derecho de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz