CAMAGÜEY.- Después de la contundente victoria de Nicolás Maduro Moros en la contienda electoral presidencial venezolana, mucho se especula sobre el rumbo que tomará ahora la Revolución bolivariana y entre los posibles caminos que se le vaticinan está el de la “cubanización” total, con la implantación de una dictadura al “estilo” cubano, el de régimen “pro-ruso- chino” y otras sandeces que no viene al caso citar.

Lo de “cubanización” lo dicen con la intención no de establecer similitudes en los procesos de ambos países por los objetivos de bienestar del pueblo, soberanía e independencia que se han trazado, sino para tratar de deslegitimar la originalidad del proceso chavista que le viene a los venezolanos desde Simón Bolívar, el fundador de la nación hace más de 200 años y que no requiere de influencias externas para andar su propio camino.

La raíz chavista y bolivariana de la victoria de Maduro nadie la puede negar, ni sus más recalcitrantes detractores, si tenemos en cuenta que los más de 6 millones de compatriotas que ahora lo eligieron para un segundo mandato, son casi los mismos en número que los que le dieron su voto en el 2013 para confiarle la presidencia durante seis años y conservar encendida la antorcha que le entregó el Comandante Hugo Chávez.

Aunque la esperaban, ante una oposición desarticulada, sin nada que ofrecerle al pueblo, a no ser la violencia de las “guarimbas” con su secuela de muertos, mutilados, heridos y riquezas materiales destruidas, lo cierto es que la victoria del candidato del Frente de la Patria con tan amplísimo margen del 68 % de los votos emitidos ha causado estupor en las filas de los que apostaban por un debilitamiento del Gobierno con un mayor protagonismo de los candidatos opositores.

La “cantaleta” ahora, además de no reconocer la victoria de Maduro, es la de argumentar que solo concurrieron a las urnas el 48 % de los votantes empadronados lo cual resta legitimidad y apoyo al triunfo de la Revolución bolivariana, pretendiendo ignorar que la asistencia a los comicios aquí es voluntaria y ese por ciento se corresponde con la concurrencia a votar en la región y constituye la media en los países latinoamericanos, y que decir de los Estados Unidos, donde salieron a votar el 46 % de los inscriptos y Donald Trump con solo el 27% de los votos y con dos millones menos de sufragios que su contendiente Hillary Clinton, resultó electo presidente.

Mientras continúan los ecos de los enemigos del chavismo revolviéndose en su derrota, los Estados Unidos, que encabeza el grupo de los “dolientes”, implementa nuevas sanciones contra el país y sus principales dirigentes y unos 14 gobiernos, entre ellos el artificial grupo de Lima, llaman a consulta a sus embajadores, Nicolás Maduro, por su parte, se encargó de proclamarse como presidente de los que le dieron su voto, los que votaron por los candidatos de la oposición y los que no concurrieron a las urnas, y los llamó a todos a un diálogo nacional, incluidos los partidos opositores, para echar a andar la nación por el desarrollo económico y la satisfacción de todas las necesidades materiales y sociales de sus ciudadanos en un clima de paz y concordia.

Desde luego, que la victoria de la Revolución bolivariana no es solo suya sino que es compartida por todos los pueblos latinoamericanos y caribeños por su extraordinaria repercusión política para toda la región, como muro de contención contra la ofensiva derechista y contrarrevolucionaria con la que Estados Unidos pretende restaurar aquí la arcaica Doctrina Monroe de “América para los americanos” los del norte, claro está, y volverla a convertir en su traspatio, aspiración que lógicamente se estrellará contra la voluntad que hoy ánima, para impedirlo a toda costa, la lucha y capacidad de resistencia de todos los que vivimos del lado de acá del Río Bravo hasta la Patagonia.