CAMAGÜEY.- Ciertos medios internacionales solían bautizar a la dirección del país como la de los “Castro”, y a la revolución llamarla Castrista. Incluso, apostaban por la debacle partidista cuando esa etapa cubana concluyera por alguna razón.

Hoy, el timón del país no tiene ya a esos excepcionales hombres, Fidel y Raúl, pero a quienes se les encargó la nueva misión, tienen méritos suficientes para afianzar cuanto se ha hecho hasta hoy e, incluso, continuar elevando, con el apoyo del pueblo, el bienestar social y el fortalecimiento de nuestras estructuras de dirección.

Hay un cambio de nombres, no de ideas. Hay un cambio de hombres, pero no de principios. La Revolución, forjada al calor de amenazas, agresiones, bloqueos, mira los nuevos tiempos con los mismos bríos que comenzaron Fidel y Raúl la epopeya cubana, esta nuestra guerra contra todos los demonios.

Ni cuando la experiencia nos rehuía, ni cuando la mesalina OEA estrechaba el nudo contra nuestro pueblo, claudicamos, de ceder espacio a las concesiones, mucho menos ahora, que hemos forjado una sociedad a golpe de duras pruebas.

No es perfecta mi sociedad. No vivimos en una urna de cristal, sino en una modesta casa, cuyas puertas permanecen abiertas para el café con los amigos, o la tisana si no tuviéramos nada que brindar. Pero eso sí, nunca faltará el fusil o si es necesario el machete mambí, para defender, con filosofía de los 3 mosqueteros, esta obra, sí, con defectos, pero llena de virtudes que nos engrandecen.

Qué toca ahora, pudiera objetar algún entretenido social, pero la respuesta llega con la fluidez de un río crecido: hacer más revolución, comprometernos más con erradicar cualquier costra que empañe el desarrollo sostenible, el poderoso empuje de una sociedad que se siente fidelista, maceísta, martiana.

Es Cuba un país que se nutre del Partido, porque el Partido se nutre del pueblo, porque el pueblo es el Partido. Martí, con esa mirada de años luz, sentenciaba que hemos de andar unidos, y el Partido es eso: unidad.

No nos arrepentimos del Partido único, porque en otros países, lo único que sí han conseguido con el pluripartidismo es neoliberalismo, oprobio, violencia… en fin, la debacle.

Así andamos los cubanos, como la plata en las raíces andinas, aupada por los muchos que con su sudor de ejemplo enfrentan los gigantes con botas de 7 leguas, esos que no cejan en acudir a las más variadas tonalidades de la mentira para frenar el ímpetu de esta nación.

El proyecto cubano entra en una nueva etapa, atareada en moldearnos cada vez más para perfeccionar el Socialismo, hacerlo próspero, pero siempre con diseño hecho en Cuba.

Las aparentes ausencias de Fidel y Raúl en la dirección del país no apartan la grandiosidad de los ejemplos. Dejan en fértil campo sus ideas y sus sueños, esos mismos legados que hoy abrigamos con la impronta de ser cada vez mejores.

El Che Guevara dijo tan tempranamente como en 1961, que nuestro pueblo ha avanzado tanto que ya sabe por qué tiene que sacrificarse, (…) debe saber en cada caso no solamente por qué va el sacrificio sino también cómo ir a la lucha que significa el sacrificio”.

Entonces Cuba, créame, no se tuerce.