La expresión “cambio de mentalidad” suele rebotar a lo largo de la geografía cubana y más allá, pues la mencionamos con mucha frecuencia, pero qué significa en verdad. ¿Alguien lo tiene claro?

¿Cómo se aplica, por ejemplo, a cada fábrica, empresa, a la agricultura, a la gastronomía, a las escuelas, a una cremería, a un hogar..?

¿Es tan fácil variar modos de pensar y actuar? ¿Y cuando se hace es siempre para bien? Por supuesto que no. Garantizar el éxito en eso no depende de una ecuación matemática, ni de apretar un botón para lograr los propósitos deseados.

Hace poco, varias personas debatimos sobre esas cuestiones. Coincidimos en que consiste en la capacidad para adaptarse y aprovechar al máximo las potencialidades de cada contexto, con el mejor empleo posible de la ciencia y la tecnología…, pero también de lo tradicional.

En todo eso son fundamentales la preparación, la conciencia y la certeza de que es necesario mejorar en ciertos aspectos, más en un país en constante perfeccionamiento e impulsando actualizaciones económicas muy importantes, las cuales están expresadas en los Lineamientos de la Política Económica y Social, el Plan Estratégico hasta el 2030 y otros documentos.

Hace poco preguntaba a un trabajador que ha laborado en dos lugares similares, pero con resultados muy distintos, a qué se deben esas diferencias.

Él, con humildad, elaboró una larga respuesta, la cual incluyó argumentos cómo: “En uno están mucho tiempo reunidos en oficinas y en el otro lo hacen lo necesario y en el campo, donde intercambian con los obreros y conocen en verdad cómo está todo”.

Ahora pienso en Alfredo Despaigne, considerado entre los mejores atletas del país y una de las estrellas de la Liga Profesional de Japón. Cuando adolescente, alguien le dijo que no podría ser pelotero porque era muy pequeño. ¿Acaso ese no era un pensamiento anclado en épocas anteriores?

¿Cuántos atletas se pueden haber perdido por esa razón?

La necesidad de ese cambio se refleja en todo. Por ejemplo, en algunas provincias se han inaugurado obras realmente hermosas, pero eso debe ser acompañado por el buen trato, la amabilidad y calidad en cada detalle, pues un sitio, aunque parezca joya moderna, puede ser minimizado por la demora, el mal sabor y las caras de “vete ya”.

En cada empresa, institución o establecimiento, las direcciones deben ser lo más horizontales posibles, y aprovechar las ideas de los grupos, como verdaderos equipos, impulsores de los triunfos colectivos, con el anhelo y la capacidad para siempre encontrar soluciones a los problemas.

Debemos estar conscientes de que el referido cambio no debe constituir una meta, un punto final, sino algo permanente en la mente y el comportamiento.

Todo eso sobre la base de los valores, el respeto, la solidaridad, la integridad, la responsabilidad y especialmente el deseo de siempre superarnos como seres humanos y profesionales a favor de la sociedad.

Resulta beneficioso también compartir las mejores experiencias para aprender, conscientes de que en estas cuestiones las copias exactas no suelen ser positivas.

Es preciso sustituir frases como “quiero hacer” por “hago”…, y esforzarnos al máximo, enfocados en ser lo mejor posible en todo, no por lograr aplausos ni riqueza material, sino por la satisfacción de crear y aportar.

Verdad que algunos aspectos dependen de variaciones legales y disminuir el burocratismo, el cual muchas veces funciona como candado o enrevesado camino hacia lo aparentemente simple.

El cambio debe ser de todos y en disímiles direcciones, como un ser vivo, enriquecido con las particularidades de los contextos, para el bien de una sociedad y una nación repletas de retos y sueños.