CAMAGÜEY.- Si por un lado no existen evidencias de que diplomáticos estadounidenses hayan sido víctimas en Cuba de supuestos ataques sónicos, por el otro resulta más que evidente que tal suceso se ha tratado de manipular groseramente por el Gobierno norteamericano para argumentar un grupo de medidas que hagan retroceder los modestos avances obtenidos en la normalización de las relaciones entre ambas naciones.

En tal sentido el Buró Federal de Investigaciones (FBI) de los Estados Unidos acaba de confirmar —tras meses de investigaciones y varios viajes a La Habana— que no ha encontrado prueba alguna de que ondas audibles infrasónicas o ultrasónicas pudieran haber sido utilizadas clandestinamente para lesionar a los diplomáticos estadounidenses, como se ha pretendido hacer creer a la opinión pública norteamericana e internacional, decimos nosotros.

Las conclusiones de la División de Operaciones Tecnológicas de dicha agencia coinciden con la Comisión de Expertos cubanos que durante meses condujo una exhaustiva investigación a instancias de las más altas esferas del Gobierno de la Isla para esclarecer las posibles causas de los quebrantos de salud que se decía padecieron alrededor de veinte diplomáticos estadounidenses durante su labor aquí.

Sin embargo, a pesar de esta falta de evidencias, corroborada no solo por los propios especialistas del FBI y numerosos expertos internacionales de las distintas esferas de la política y la Ciencia, incluidos los de Física, que demostraron la imposibilidad de que ataques de naturaleza sónica pudieran producirse para perjudicar de manera selectiva a determinadas personas, sin tener en cuenta las que se encuentren en su derredor, el gobierno del señor Donald Trump se apresuró a tomar un grupo de medidas unilaterales que recrudecen el bloqueo contra Cuba, erosionan el nivel de las relaciones alcanzado durante el mandato de Barack Obama y lesionan los intereses de ambos pueblos, al expulsar a la mayor parte de los diplomáticos cubanos de Washington y retirar la mayoría de los suyos de la embajada en La Habana, paralizando prácticamente los trámites de visado para ambos países.

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No contento con ello, dos senadores de la más rancia estirpe anticubana, Marco Rubio y Bob Menéndez, presidieron una audiencia en el Senado norteamericano para escuchar las conclusiones de la comisión de esa esfera legislativa designada para investigar “los ataques sónicos a diplomáticos en La Habana”, título que da por hecho lo que en modo alguno ha sido probado ni por dicha comisión ni por ningún otro organismo o institución especializada.

Durante la citada audiencia numerosos participantes se encargaron de referir la falta de pruebas que confirmen los supuestos ataques, con lo que coincidieron varios senadores de ambos partidos, demócratas y republicanos, entre ellos Jeff Flake, quien aseguró en la capital cubana, que los informes a los que había tenido acceso carecían de pruebas sobre el involucramiento de la autoridades de la Isla en los hechos, por lo que no habría motivo para dudar de la posición cubana, que por otra parte ha dicho y reiterado que “jamás se ha permitido ni se permitirá que el territorio nacional sea utilizado para cualquier acción en contra de funcionarios diplomáticos acreditados y sus familiares, sin excepción alguna”.

No obstante ello, y como constancia de que el supuesto suceso con los diplomáticos no es más que una manipulación política sobre bases infundadas, el secretario de Estado, Rex Tillerson, ha dicho que “todavía no se maneja el regreso del personal estadounidense ( a La Habana) porque en su opinión, estarían exponiéndolos intencionalmente al peligro”, lapidaria conclusión expresada sin siquiera ruborizarse”.