CAMAGÜEY.- Oyendo hablar al señor Sebastián Piñera, recién electo presidente de Chile, involuntariamente pensé en aquellos políticos de los partidos tradicionales que en Cuba, antes y después de las campañas electorales, ofrecían cumplir lo que consideraban las mayores prioridades: “casa, camino y escuelas”, y al final de los mandatos ninguna de esas promesas se consumaban.

Piñera, en su primer discurso a la nación, dijo iba a ser “el mandatario del cambio, el trabajo, la clase media, el progreso, el futuro y la esperanza”, y convocó a todos los chilenos a trabajar juntos para lograr esos objetivos, que “lamentablemente” no pudo alcanzar cuando desempeñó la primera magistratura de la nación durante el 2010 al 2014.

Con una asistencia del 49 % de los 14 millones de votantes empadronados en esta segunda vuelta, el mandatario electo por el derechista partido Chile Vamos obtuvo el 54,58 % de los sufragios, mientras Alejandro Guillier, aspirante por el oficialismo centroizquierda alcanzó el 45,42, lo cual arrojó una diferencia de casi 10 puntos entre ambos, ventaja por encima de lo estimado en las encuestas que prometían una victoria por estrecho margen de cualquiera de los contendientes.

Como se recordará, en la primera vuelta Piñera logró el 36,6 % de los votos, mientras Guillier presentó el 22,7, pero la gran sorpresa lo fue el 20 % de los sufragios (más de un millón) alcanzados por el Frente Amplio, joven organización política surgida a principios de año y liderada por Beatriz Sánchez, representativa de la izquierda y de los movimientos sociales y estudiantiles.

Si tenemos en cuenta que el mandatario electo lo fue por 3 millones 789 905 votos (26 % del total de los emitidos) y el opositor Guillier logró 3 millones 154 129 puede apreciarse lo decisivo que pudo haber sido para el oficialismo que el Frente Amplio hubiese convocado a sus partidarios a votar por este candidato, lo cual no ocurrió.

Beatriz Sánchez, la líder de la novel organización, ha rechazado la imputación que se le pretende hacer al Frente Amplio como responsable de la victoria de Piñera al no convocar a sus partidarios a votar por el candidato Guillier, alegando que este se mostró ambivalente en cuanto a los planteamientos del Frente referidos a aspectos a tener en cuenta en el caso de que resultara elegido presidente, y por lo tanto dejó libre a sus partidarios de que ejercieran el sufragio acorde con sus criterios, y así no comprometer el futuro de la coalición izquierdista que tiene su vista puesta en el desempeño de un importante papel en la vida del pueblo chileno.

Por su parte, al empresario Piñera, desde que asuma la presidencia en el mes de marzo hasta el 2022, le quedan serios problemas que la saliente Michelle Bachelet no pudo resolver, como son las grandes diferencias salariales entre empresarios y trabajadores, donde los primeros ganan más de 15 veces lo de los segundos, lo de la educación universitaria gratuita, que ahora el Estado asume el 40 % de los gastos de matrícula, pero la familia debe empeñarse con el pago del 60 restante, la pretendida reformulación de las pensiones, lo de la atención de la salud de la población, y lo más escabroso, desmantelar las amarras estructurales de la dictadura pinochetista que aún prevalecen en el país, y que tienen no pocos partidarios.

Desafortunadamente, en el panorama latinoamericano la derecha logró alcanzar dos nuevas posiciones con el triunfo de Piñera en Chile y el anuncio del Tribunal Supremo Electoral el mismo domingo, después de 21 días de celebradas las elecciones, de que Juan Orlando Hernández resultó ser el presidente reelecto en Honduras con el 42,20 % de los votos, mientras que el opositor Salvador Nasrralla obtuvo el 41,39, decisión rechazada por el Partido Alianza contra la Dictadura y que prometió continuar en las calles denunciando el fraude y las irregularidades del amañado proceso electoral hondureño.

Juan Orlando Hernández, durante un mitin con partidarios .Juan Orlando Hernández, durante un mitin con partidarios .