CAMAGÜEY.- Hoy, en casi todas las escuelas cubanas se respira alegría, hay ambiente de fiesta, pues desde 1959 aquí no hay que salir a las calles a enfrentar policías que dan palos, nuestros estudiantes tampoco conocen los cañones de agua ni las balas de goma. Hoy es un día en que inevitablemente se impone recordar a quienes dejaron las libretas y los lápices por las armas y las balas, ellos conquistaron, a fuerza de la vida misma, el altar sagrado de los cubanos.

Sus nombres todos los conocen, Mella, José Antonio, Villena, Trejo y otros más que abonaron con su sangre la historia de la patria, gracias a ellos los estudiantes de esta Isla hoy no tienen que preocuparse por la autonomía universitaria o el gobierno de la universidad, tampoco por exigir una educación gratuita y de calidad y mucho menos por el cese de la represión. La preocupación de la mayoría es solo estudiar.

Quizás por eso cuando recordamos esa etapa de nuestras vidas, los que lamentablemente ya la pasamos, lo que viene a nuestras mentes es risas, buenos momentos, impulsos juveniles, amores posibles e imposibles, el trabajo que no hicimos con tiempo y por eso no dormimos la noche anterior para entregarlo y el profe que un 17 de noviembre nos llevó un detalle a cada uno en el aula.

La etapa estudiantil es maravillosa, conoces amigos que lo serán para toda la vida, perfeccionas tu visión del mundo, si la aprovechas bien debes terminar con los conocimientos necesarios para triunfar en la vida. En Cuba, con la ventaja de que no pagas para que te eduquen, sino que recibes las clases, la beca y los libros sin pagar un centavo, y por si fuera poco te pagan un estipendio, que si bien no es mucho, te sirve para sufragar algunos de tus gastos.

Hoy, con el espíritu de aquellos que ofrecieron una heroica resistencia en Praga ante la invasión nazi del 17 de noviembre de 1939, y el de los nuestros, jóvenes todos, cada aula cubana se convierte en un espacio para festejar la dicha y la gloria de la historia que se ha vivido, para inconscientemente agradecer a aquellos que no creyeron en represiones y le fueron para arriba a los tiros en busca de sus derechos que hoy son de todos.

Gracias a ellos, desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio, ser estudiante es un privilegio. Más allá de los problemas de Matemática, de las oraciones subordinadas de Español, de las fórmulas químicas y físicas, ser estudiante, más que una etapa, se convierte en un modo de vida y aunque nuestras aulas no tienen la mejor pintura, no cuentan con toda la tecnología de punta que quisiéramos, mucho menos con pizarras electrónicas, lo que tenemos nosotros, otros muchos ya salieron a exigirlo hoy.

Foto: Tomada de cadenagramonte.cuFoto: Tomada de cadenagramonte.cu