CAMAGÜEY.- Pocas veces, a no ser las que casi siempre ha dicho Cuba, se han escuchado en el recinto de la Asamblea General de las Naciones Unidas verdades tan contundentes como las pronunciadas por el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla al enjuiciar la agresiva e hipócrita política de los Estados Unidos contra la Isla caribeña, mientras presentaba al plenario el proyecto Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba.

Los apetitos expansionistas y de dominación colonial del poderoso vecino del norte en relación con el territorio cubano se remontan a cuando aún no éramos una nación, favorecidos con el criterio de la “fruta madura” mediante el cual la Mayor de las Antillas debía caer en sus manos por su propio peso geográfico, algo que realmente ocurrió, a pesar de las gestas emancipadoras de los mambises en el siglo XIX, hasta que llegó el Comandante en Jefe Fidel Castro al frente del Ejército Rebelde, el Primero de Enero de 1959, y mandó a parar, devolviendo la soberanía e independencia a su verdadero dueño, el pueblo cubano.

La aplastante victoria obtenida al votar a favor del proyecto contra el bloqueo 191 países de los 193 en la sala, con solo dos en contra, el de Estados Unidos e Israel y ninguna abstención, significó la 26 ocasión en que la política de derrotar la Revolución Cubana mediante un criminal genocidio contra su pueblo, es condenada masivamente en el seno de las Naciones Unidas.

Lamentable, solo por el hecho de ser mujer, el papel desempeñado por la embajadora estadounidense ante las delegaciones presentes en el organismo internacional, a los cuales se dirigió no solamente con mentiras flagrantes, desenmascaradas una a una por el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, sino que lo hizo de una manera irrespetuosa, calificando la sesión de representación teatral, de estar perdiendo el tiempo en atender reclamaciones a las que llamó “ridículas”, con la habitual prepotencia y arrogancia del gobierno que representa.

Para esta funcionaria, las denuncias de Cuba, principalmente aquellas relacionadas con las afectaciones económicas y las penurias que ocasiona por ello a los cubanos, y sobre todo, las vinculadas con la salud del pueblo, privado de poder adquirir medicamentos, reactivos y equipos para diagnosticar y salvar vidas, y que solo poseen sus transnacionales de la medicina que se niegan a suministrarla amparados en las leyes del bloqueo, son “reclamaciones ridículas”.

Sin embargo, los 191 delegados que votaron a favor de Cuba no pensaron así e imagino que la contundente derrota sufrida por tan deshumanizadas y prepotentes concepciones y los reiterados aplausos que acompañaron cada una de las verdades dichas por nuestro Canciller, deben haber resultado amargas y humillantes para los representantes norteamericanos y demostrado que están solos, frente al mundo, en sus aspiraciones de rendir a los cubanos por hambre y enfermedades.

Desde luego que con el recrudecimiento de la arcaica y hostil política parecen no haber aprendido la lección de estos años, que suman más de 55, en los que a pesar de las adversas circunstancias y su bloqueo, organización de invasiones mercenarias, amenazas de todo tipo, incluidas la de un posible exterminio, no han logrado ni doblegarnos ni que le hagamos la más mínima concesión de soberanía e independencia, y mucho menos renunciar a uno solo de los principios que sustentan nuestra voluntad y vocación de construir el socialismo próspero y sostenible que nos hemos propuesto.

Si a escala internacional Cuba es hoy un referente en múltiples conquistas sociales, políticas y económicas de su Revolución, si la solidaridad cubana despierta admiración y simpatías a escala universal por su total desprendimiento y desinterés, si cada vez el prestigio y la autoridad de nuestra política exterior gana mayor reconocimiento en el mundo, todo ello se debe a la heroicidad y valentía de nuestro pueblo, a su inteligencia para sortear todo tipo de adversidades y obstáculos, y a su capacidad de resistencia que ni un bloqueo, ni dos si inventaran otro, sería suficiente para derrotarnos e impedirnos avanzar hacia nuestros objetivos de alcanzar bienestar material, espiritual y larga y fructífera vida para los cubanos.