CAMAGÜEY.- Cómo nos duele a los cubanos que todavía un ala del pájaro que evocó la poetisa para simbolizar la unión de Cuba y Puerto Rico, continúe siendo una colonia, después de 120 años de la primera intervención norteamericana en ese hermano país caribeño.

Pero también nos duele que el noble pueblo borinquen haya sido arrasado por el huracán María y no le alcancen las fuerzas para levantarse por sí mismo, y quien está en el deber y la obligación de tenderle la mano por su condición de Estado Libre Asociado no lo haga inmediatamente y ande con dilaciones injustificadas para hacerlo.

A casi quince días del desastre que costó la vida a 34 puertorriqueños, que dejó la Isla sin electricidad, sin agua, sin comida, sin centros hospitalarios, es que su “presidente” Donald Trump decidió visitarla para conocer los destrozos ocasionados por el meteoro y su proceso de recuperación; y se le ocurrió decir: “La gestión de la crisis de Puerto Rico (que está en bancarrota con una deuda de más de 70 mil millones de dólares) le había costado mucho dinero a su país”, aunque después aclaró que eso está bien, porque hemos salvado muchas vidas y seguidamente minimizó la tragedia borinqueña comparándola con la que ocasionó el huracán Katrina en Nueva Orleans, hace varios años.

Anteriormente, ante el dramático llamamiento de la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, quien había pedido a las autoridades federales que aceleraran la llegada de ayuda “porque nos estamos muriendo y nos están matando con su ineficacia y su burocracia, de verdad nos estamos muriendo aquí. Lo sigo diciendo S.O.S. si alguien puede escucharnos; si el señor Trump puede escucharnos, acabemos con esto y pongamos las cosas en marcha”, pero prácticamente la respuesta había sido “oídos sordos”.

Antes de responder a este pedido, el Presidente se ocupó de criticar a los jugadores de la Liga Nacional de Fútbol

Americano por arrodillarse en el campo cuando tocaban el Himno Nacional en protesta por las manifestaciones de racismo contra los deportistas negros, tardanza por la que fue duramente criticado no solo por los boricuas, sino también por otras personalidades y funcionarios de su propio Gobierno.

Desde luego, mejor que hubiera seguido ignorando la situación de desastre del país “asociado”, porque muy lejos de responder como socio, el señor Trump en su cuenta de Twitter, con clara intención de humillar la dignidad puertorriqueña, escribió: “Quieren todo hecho. Hay poca capacidad de liderazgo de la alcaldesa de San Juan y de otros de Puerto Rico, no son capaces de poner a sus trabajadores a ayudar, cuando debería ser un esfuerzo comunitario y están totalmente incapacitados para atender la situación”.

La visita de Trump, que tuvo a bien reunirse con los gobernadores Ricardo Roselló, de Puerto Rico (no sabemos si también con la alcaldesa vapuleada por él) pero sí estuvo presente además Kenneth Map, de Islas Vírgenes estadounidenses, territorio igualmente afectado con dureza por María.

Se dice que la recuperación, según las valoraciones hechas hasta ahora, no solo requerirán de elevadas cifras de dinero (se habla de un monto de mil millones de dólares) para restaurar los daños ocasionados por el huracán al territorio borinqueño, sino que servicios vitales como la electricidad y el agua deberán pasar meses para su rehabilitación total.

Los puertorriqueños no solo se quejan de lo tardía de la ayuda, sino también de la lentitud que se manifiesta en la distribución de los recursos que llegan al país, los cuales permanecen por días en los contenedores, tardanza que igualmente se manifiesta en la aceptación del apoyo brindado por algunos países, como Venezuela, con gasolina de la cual carece el país; o la de Cuba, que ofreció enviar una brigada médica de unos cuarenta especialistas en desastres, un hospital de campaña totalmente equipado, y brigadas de linieros eléctricos para restaurar las graves afectaciones producidas por el huracán María en este vital servicio, ofrecimiento que hasta ahora no ha sido tenido en cuenta.

Fuerza, Puerto Rico, podríamos decirle los cubanos con todo el vigor de nuestro ejemplo, porque más temprano que tarde las dos alas se unirán para que el pájaro de la libertad levante vuelo hacia tu soberanía e independencia.