La insólita historia de diplomáticos estadounidenses que habrían sufrido pérdida auditiva y otros daños a la salud durante su trabajo en Cuba saltó a los medios de comunicación en agosto pasado. El primero de los supuestos incidentes se remonta a noviembre del 2016 y el último a hace apenas unas semanas.

Sin embargo, hasta hoy no existe una explicación creíble para la variedad de síntomas descritos y los expertos niegan la aplicación de las leyes físicas en algunas de las hipótesis manejadas.

El caso, que parece sacado de una novela, es tomado muy en serio en La Habana.

Por indicación del más alto nivel del Gobierno, las autoridades cubanas iniciaron su propia investigación en cuanto recibieron las primeras notificaciones de la Embajada de Estados Unidos y del Departamento de Estado el 17 de febrero del presente año.

“De acuerdo con los resultados preliminares obtenidos y con los datos compartidos por las autoridades estadounidenses, hasta el momento no se cuenta con evidencias que confirmen las causas y el origen de las alegadas afecciones de salud de diplomáticos de EE.UU. y sus familiares”, asegura una fuente familiarizada con la pesquisa cubana.

Las indagaciones estadounidenses, por su parte, tampoco arrojan claridad. Miembros de las agencias especializadas de ese país fueron invitados por Cuba para adelantar investigaciones en el terreno, pero sus resultados no han sido concluyentes. “La realidad es que no sabemos qué o quién ha causado esto”, reconoció la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert. “Es por eso que la investigación continúa abierta”.

La complejidad de la investigación y el desconcierto de los especialistas no han sido limitantes para que algunos intenten señalar a Cuba como responsable y traten de desmontar los avances en las relaciones con los Estados Unidos, que se iniciaron después del 17 de diciembre del 2014.

El senador de origen cubano y opositor a cualquier acercamiento con La Habana, Marco Rubio, envió recientemente una carta al secretario de Estado, Rex Tillerson, en la que pide la expulsión de todos los diplomáticos cubanos en Washington y el eventual cierre de la Embajada de ese país en Cuba como represalia ante supuestos “ataques acústicos” causantes de los daños a la salud de funcionarios estadounidenses en La Habana.

Sin embargo, la misiva firmada además por los senadores republicanos Tom Cotton, Richard Burr, John Cornyn y James Lankford, no aporta prueba alguna de la “culpabilidad cubana” y desconoce la disposición mostrada desde un inicio por las autoridades locales para establecer cooperación y llevar adelante la investigación.

Rubio fue uno de los arquitectos de la revisión de la política hacia Cuba emprendida por la administración de Donald Trump en junio pasado para reforzar la aplicación del bloqueo. El legislador, con un asiento en el Comité de Inteligencia del Senado, ha utilizado todo tipo de artimañas para limitar los nexos entre los dos países.

Hechos insólitos

La hipótesis de un “ataque acústico” y el uso de sofisticadas “armas sónicas” contra diplomáticos estadounidenses está presente desde que la historia salió a luz pública, a pesar de la falta de evidencias y el criterio de expertos sobre la imposibilidad de que un artefacto pueda generar los síntomas descritos en las condiciones reportadas.

El Departamento de Estado no se ha referido en específico a los efectos sobre la salud de su personal en La Habana, pero los medios de prensa han reportado sobre una amplia variedad de sintomatologías. Algunos casos incluyen migraña, mareo y pérdida de la audición, mientras otros llegan a deficiencias cognitivas, problemas para recordar palabras y lesiones cerebrales leves.

Los diagnósticos provocan confusión entre los especialistas, el FBI, el Departamento de Estado y las agencias estadounidenses involucradas en la investigación, según reportes de la agencia Associated Press (AP).

“Daño cerebral y conmociones, no es posible”, dijo a la AP Joseph Pompei, un ex investigador del MIT y experto en psicoacústica. “Alguien habría tenido que sumergir la cabeza en una piscina repleta de poderosos transductores ultrasónico”.

El Dr. Toby Heys, jefe de un centro de investigación sobre tecnologías futuristas en la Universidad Metropolitana de Manchester, en Reino Unido, dijo a la revista New Scientist que las ondas sonoras por debajo del rango de audición podrían teóricamente causar daño físico, pero sería necesario utilizar enormes bocinas a grandes volúmenes que serían muy difíciles de esconder.

Las armas sónicas que se utilizan para dispersar multitudes y para la protección de algunos navíos frente a barcos piratas funcionan con ese mismo tipo de equipamiento. Los aparatos cubren un área considerable y todas las personas dentro de su alcance resultan afectadas.

Pero buena parte de los alegados incidentes en La Habana, según fuentes públicas estadounidenses, se dieron en espacios delimitados, algunas veces dentro de una sola habitación, y con precisión laser, afectando a una persona en específico, pero sin dañar al resto.

Algunos de los supuestos ataques habrían tenido lugar en las residencias de los diplomáticos e incluso en edificios públicos como el recién remodelado Hotel Capri, una torre de concreto de 19 pisos y 250 habitaciones, donde no hay reportes de otros huéspedes afectados.

Según reportó la agencia AP, el propio FBI viajó a La Habana e investigó en algunas de las habitaciones en donde habrían ocurrido los ataques y no encontró rastros de dispositivos sónicos.

Por su parte, los servicios especializados cubanos no han detectado “posibles autores ni personas con motivación, intención o medios para ejecutar este tipo de acciones”, según fuentes vinculadas con las investigaciones. “Tampoco se ha establecido la presencia de personas o medios sospechosos en los lugares donde se han reportado incidentes ni en sus alrededores”.

En Cuba no existen precedentes de hechos con estas características. “Las autoridades cubanas no poseen ni están familiarizadas con el equipamiento ni la tecnología que pudiera ser utilizada con fines similares a los descritos como ataques acústicos”, añade la misma fuente.

Cuba siempre ha estado dispuesta a cooperar

Luego de recibir las primeras notificaciones de la Embajada de Estados Unidos, las autoridades cubanas crearon un comité interinstitucional de expertos para el análisis de los hechos; ampliaron y reforzaron las medidas de protección y seguridad a la sede, su personal y las residencias diplomáticas, y habilitaron nuevos canales de comunicación directa entre la Embajada y el Departamento de Seguridad Diplomática, según la declaración oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores del 9 de agosto pasado, cuando la noticia salió a la luz pública.

La parte cubana insistió para que las agencias especializadas de Estados Unidos visitaran el país y adelantaran las investigaciones en el terreno, lo cual se concretó en junio del 2017. Otras visitas se dieron en los meses de agosto y septiembre.

“Los tres encuentros sostenidos entre representantes de las autoridades cubanas y agencias especializadas de Estados Unidos se desarrollaron en un clima constructivo y profesional”, refiere una fuente con conocimiento de los intercambios. La parte estadounidense, añade, expresó la intención de cooperar “de forma más sustantiva en la investigación sobre estos incidentes”. Asimismo, los miembros de las agencias especializadas que han visitado Cuba han reconocido que las autoridades locales han actuado con celeridad y profesionalismo.

“Valoramos positivamente la continuidad de estas visitas. Las autoridades cubanas tienen gran interés en dinamizar y culminar la investigación, para lo cual es esencial la cooperación de las autoridades estadounidenses”, precisa la fuente.

Ante el sinnúmero de variables del caso, matizado por la larga historia de conflictos entre los dos países, la cooperación resulta esencial. Notificar los incidentes oportunamente; entregar evidencias; compartir información que facilite la caracterización de los hechos o la identificación de posibles autores, en caso de haberlos; acceder a los afectados y a los médicos que los diagnosticaron e intercambiar con los expertos con conocimientos de los incidentes y de la supuesta tecnología utilizada, serían aspectos básicos para la cooperación y lograr resultados en cualquier escenario.

Ni en los peores momentos

Otra de las grandes incongruencias de la saga acústica es el momento en que se habrían iniciado los ataques. Para noviembre del 2016, los gobiernos de Cuba y Estados Unidos avanzaban con celeridad en la concreción de un grupo importante de acuerdos para beneficio de ambos países.

Tras una larga historia de agresiones e intentos de someter por hambre y necesidad al pueblo cubano con el objetivo de transformar su sistema político, el gobierno de Barack Obama reconoció el 17 de diciembre del 2014 que el bloqueo fue un fracaso y terminó aislando a los propios Estados Unidos.

El clima entre los dos países cambió significativamente. Se restablecieron los nexos diplomáticos y se firmaron 22 acuerdos en diversas materias, desde la protección del medio ambiente y la reapertura de los vuelos directos, hasta la cooperación en materia de seguridad. ¿A quién se le ocurriría sabotear las relaciones con Washington?

Además, si por una cuestión de principios revolucionarios el gobierno de Cuba jamás recurrió a métodos agresivos contra los diplomáticos estadounidenses, incluso en los momentos de mayor tensión, ¿qué lógica tendría comenzar a hacerlo después de la decisión soberana de restablecer los nexos con Washington?

En mayo pasado, el Departamento de Estado solicitó que dos funcionarios cubanos abandonaran el territorio de Estados Unidos como consecuencia de los hechos que supuestamente dañaron la salud de su personal diplomático en La Habana, medida que fue considerada por Cuba como “injustificada e irreflexiva”.

Ahora se conoce que, justo cuando esto ocurría, las autoridades de la Isla realizaban todas las acciones investigativas y mostraban su total disposición a colaborar con sus contrapartes estadounidenses.

La declaración oficial emitida por el MINREX señala que Cuba cumple y ha cumplido siempre con “todo rigor y seriedad” sus obligaciones emanadas de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, en lo referido a la protección de la integridad de los agentes diplomáticos y los locales de la misión. “La impecable ejecutoria de nuestro país en este ámbito es internacionalmente reconocida, y Cuba es considerada universalmente como un destino seguro para visitantes y diplomáticos extranjeros, incluidos los estadounidenses”, añade.

En el mismo tono que la declaración, un alto oficial de la diplomacia cubana ratifica que “el gobierno de Cuba no ha perpetrado ni perpetrará ataques de ninguna naturaleza contra funcionarios diplomáticos acreditados ni sus familiares, ni ha permitido ni permitirá que el territorio cubano sea utilizado por terceros con ese propósito”.

Ante la falta de evidencias y la complejidad de este caso, las autoridades cubanas mantienen abierta la investigación y están dispuestas a colaborar con sus contrapartes estadounidenses para esclarecer los hechos.