CAMAGÜEY.- El hecho de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) se hayan convertido en un Partido Político, constituye un importante paso de carácter histórico hacia la consolidación de los esfuerzos de paz que necesitaron duras negociaciones por espacio de más de cuatro años entre este grupo armado y el Gobierno de Juan Manuel Santos.

En un congreso constitutivo en el que participaron 1 100 delegados guerrilleros y más de 200 invitados de diversos sectores de la sociedad colombiana, celebrado en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada, de Bogotá, entre los acuerdos tomados por la organización política fue el del nombre del Partido aprobado por mayoría, que es Fuerza Alternativa Revolucionaria Común, conservando las siglas de FARC.

No han faltado los que han cuestionado dicho nombre alegando que lo vincula a un pasado de violencia, que es muy largo y abstracto, mientras otros consideran que utilizan fórmulas de otros grupos guerrilleros que transitaron ese camino con el nominativo de M-19 y de Esperanza, Paz y Libertad (EPL) y no llegaron a ningún lado.

No faltaron tampoco quienes la emprendieron contra el logotipo del Partido al asociarlo a otras organizaciones políticas europeas, como el PSOE español o del socialismo francés, todo ello porque en su centro ostenta una rosa roja vinculada con una estrella de cinco puntas.

Por su parte, la dirección del Partido ha reafirmado que las siglas responden al principio de mantener el vínculo con los objetivos reivindicadores de justicia social que condujeron a la lucha armada y que en los nuevos escenarios con otros métodos de confrontación pacífica persigue alcanzar esos mismos fines y lo de Común implica volver al poder originario, al del pueblo, según se entiende aquí en Colombia y en otros países de la región.

En cuanto al logotipo, afirmaron que la rosa es símbolo de amor, de amistad y significa que están los brazos abiertos para acoger a todos los que deseen integrarse a la organización política.

“Queremos el perdón y la reconciliación de todos los colombianos”, dijo Rodrigo Londoño (Timochenko), jefe del ejército guerrillero y ahora electo como máximo dirigente del Partido, quien junto a otros 111 miembros, con representación de todas las regiones del país y dentro de ellos 26 mujeres (incluida la esposa del legendario guerrillero Manuel Marulanda), será la dirección de la organización política encargada, en la parte que les corresponde, de sacar adelante los acuerdos de paz firmados con el Gobierno.

Después de tramitar la personería jurídica ante el Consejo Nacional Electoral, en noviembre el Partido definirá los candidatos a las elecciones parlamentarios del 2018, a la vez que elegirá a los miembros que ocuparán los curules en el Senado y en la Cámara de Representantes, puestos que les corresponden como parte de los acuerdos, aunque ha anunciado que no presentará candidato a los sufragios presidenciales, sino que buscará alianzas con otros partidos de la izquierda colombiana.

Otra buena nueva en el camino de la paz colombiana es el anuncio de que tanto el Ejército de Liberación Nacional (ELN) como el Gobierno de Juan Manuel Santos acordaron un cese al fuego bilateral por espacio de cuatro meses, mientras en Quito, Ecuador, continúan desarrollándose las conversaciones entre ambas partes.

Desde luego que nadie puede pensar que a partir de ahora el camino hacia la democracia y la justicia social en Colombia será expedito para Fuerza Alternativa Revolucionaria Común (FARC) porque la derecha, sabiéndose derrotada en sus esfuerzos por obstaculizar los acuerdos de paz se lanzará a una virulenta ofensiva para entorpecer el camino de la nueva organización política que seguramente irá calando en la conciencia de los colombianos que han visto frustradas sus aspiraciones de una vida mejor y pacífica, por el sistema imperante en el país, y el agotamiento de los desprestigiados partidos tradicionales.