El mundo, o buena parte de él, se ha estremecido en los últimos días por los actos de terrorismo de que han sido víctimas las poblaciones de un grupo de países europeos y dentro de ellos España, blanco de dos de estas acciones perpetradas por miembros del llamado Estado Islámico (EI), que más vidas costaron, 15 hasta ahora, y alrededor de un centenar de heridos, cinco de ellos cubanos, aunque ninguno con peligro de muerte.

En Cataluña, una furgoneta atropelló en las llamadas Ramplas de Barcelona a decenas de personas, ocasionando las referidas víctimas, mientras en Cambrils, Tarragona, cinco terroristas fueron abatidos cuando trataban de perpetrar una segunda matanza portando cuchillos y hachas.

Por otra parte, en la ciudad de Turkus, al sudoeste de Finlandia, un individuo armado con un cuchillo atacó en una céntrica plaza a un grupo de personas ocasionándoles la muerte a dos de ellas y con un saldo de seis heridos, mientras en un acto muy similar en la ciudad alemana de Wuppertal, una persona resultó muerta por apuñalamiento y otra herida, en lo que fue calificado por las autoridades como producto de un altercado.

No escaparon los rusos a esta oleada de atentados terroristas en el continente europeo, ya que en la localidad siberiana de Surgut un atacante, también provisto de un cuchillo y un hacha agredió a ocho personas, dejando a dos de ellas gravemente heridas, mientras las seis restantes están fuera de peligro.

En algunos casos, como en los de Cataluña y Cambrils las autoridades informaron la desarticulación del grupo terrorista y la muerte de varios de ellos, mientras en otras acciones también los agresores perecieron o están detenidos aunque algunos han logrado escapar hasta ahora.

No son pocos los especialistas que atribuyen esta escalada terrorista de los que han sido calificados como “lobos solitarios” del EI, por actuar solos o en pequeños grupos, tanto en países europeos como de otros continentes, a los rudos golpes que les están propinando los ejércitos sirios, apoyados por las fuerzas aeroespaciales rusas, Irán y Hizbola y las tropas iraquíes que paso a paso los van arrojando de los territorios que habían ocupado en ambas naciones árabes.

Es evidente que con independencia del sentido de ajuste de cuentas que pudiera anidar en las acciones violentas de ese y otros grupos terroristas contra las potencias que pudieran considerar como sus enemigos, aunque en muchos casos no sea así por entrelazarse sus intereses, el objetivo principal es sembrar el miedo y la inseguridad en las poblaciones de esas naciones y hacerlas presas del pánico, al parecer para debilitar la presión que se ejerce sobre ellos.

No obstante, si nos guiamos por la demostración que dieron los catalanes al reunirse más de 100 000 de ellos en una céntrica plaza de esa ciudad al grito de ¡no tenemos miedo! nos parece que de inmediato no van a conseguir dichos propósitos, pues la decisión se presenta con una voluntad de enfrentarlos y neutralizarlos para impedir que con su fanatismo y sus ansias de califato como símbolo de poder, sigan cobrando vidas inocentes y aspirando a sembrar el terror por métodos violentos dondequiera que actúan.