CAMAGÜEY.- Fracciones de segundos suceden desde que cualquier conductor advierte el peligro y —se supone— aplica los frenos de su vehículo... Eso lo sabe casi todo el mundo que al menos haya manejado una bicicleta, patines, incluso, como peatón si usted viene entretenido puedo dar un traspié en una “barrera arquitectónica”, caer en un hidrante sin rejilla protectora, chocar con un poste o sencillamente, colisionar con alguien que venga igual… de distraído.

Y no es tan simple como parece: Esa fue la causa principal de los accidentes del tránsito cuantificados en Camagüey en el primer semestre del actual calendario, seguida por las infracciones del adelantamiento indebido, el derecho de vía, los animales sueltos en las carreteras y caminos, el exceso de velocidad y las imprudencias de peatones.

Y aunque el saldo de fallecidos —por suerte— fue menor que en igual período del año pasado, según las estadísticas de la dirección policial del Tránsito, el resultado pudo ser mucho mayor o mínimo… y no es un trabalenguas paradójico, pues son tantas las personas enajenadas, guiando sus vehículos con una sola mano y en la otra el celular, la lata de refresco o de cerveza… y los audífonos retumbantes de música, que es casi un “milagro” que las cifras de víctimas y cuantiosos daños materiales hayan descendido.

Ante la premura acelerada de la vida digitalizada, ¿cuántas veces hemos sido transgresores, víctimas o espectadores pasivos del quebrantamiento de las leyes viales?

Si tiramos la primera piedra, tremenda “intifada” a la camagüeyana, a la cubana, se formaría; sin embargo, toda la culpa no es imputable a los medios electrónicos: antes y siempre, los conductores también bebían… agua o cualquier líquido, encendían cigarrillos, se peinaban ante el espejo retrovisor… y hasta enamoraban en el trayecto sin aminorar o detener la velocidad del tipo de carro que fuera, solo que la educación vial y la exigencia de agentes de la autoridad se hacían sentir de modo preventivo más que hoy, y muchas de las prohibiciones aplicadas y vigentes del Código de Vialidad y Tránsito facultaban a las autoridades (caballitos), retirar automáticamente chapas, licencias… y retener los vehículos y animales sueltos antes de que ocurriera un accidente.

Hoy más que siempre, y aprovechando la realidad virtual de los juegos digitales, se pueden rescatar los otrora círculos del Tránsito, donde los niños pioneros de Camagüey destacaban nacionalmente en conocimientos que transmitían en cada inicio y desarrollo de la Semana del Tránsito, cuando muchos mayores apenados al ser requeridos por los pequeños se disciplinaban sobre el andar peatonal y vial citadino, mientras en las carreteras y caminos los “caballitos” y puntos de control paraban los camiones y ómnibus repletos de “pasajeros”, regateando a altas velocidades e imponían multas a los infractores y así prevenían una colisión masiva.

No es que se copie todo lo viejo —es otra época, otros niños— ni siquiera que se clone al popular Oso Prudencio de voz ronca, de oso, con: “Eso no se hace”, que pegaba y gustaba tanto a niños y adultos como el cederista: “Yeyo: ¡Compadre!”.

Qué falta hace también que regrese la cotidianidad policial del tránsito o la autoridad total los sábados y domingos para corregir, preventivamente, a los choferes automotores y conductores de vehículos de tracción animal, bicitaxistas y ciclistas que de noche circulan apagados y compiten en carreras, por calles céntricas y periféricas, carreteras a oscuras… para asombro de no pocos vigilantes que se sorprenderán ante cuántas violaciones, incluidos menores de edad manejando sin las licencias establecidas.

Pero para lograr aumentar la vida y reducir las muertes, heridos, mutilados, las grandes pérdidas materiales, es preciso aumentar la prevención y abrir bien los ojos y aguzar los oídos más allá de la inevitable era digital , de los GPS y de los robots… de carne y hueso.