CAMAGÜEY.- Cuando oigo y leo las amenazas del gobierno norteamericano contra Venezuela blandiendo el garrote de si no para la Constituyente podría dejarle de comprar los 700 mil o más barriles de petróleo que les adquiere diariamente, no puedo evitar recordar que apenas puestas en vigor las primeras leyes revolucionarias después del triunfo de 1959 en Cuba, los yanquis nos quitaron la cuota azucarera que enviábamos a su mercado y que era nuestro más importante rublo de importación, casi de vida o muerte, pensaron ellos.

Pero bueno, sin ánimo de comparaciones, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) fue , salió de las urnas electorales respaldada por más de 8 millones de venezolanos que le dieron su voto, a pesar del terror y el miedo que la oposición fascista, respaldada por una feroz campaña mentirosa y tergiversadora del imperialismo y las transnacionales de la información, trató de implantar para que no salieran a ejercer su derecho al sufragio, que por cierto sobrepasó numéricamente todas las cifras anteriores de asistencia a una consulta popular.

Después de esta demostración de democracia participativa, cabría imaginar que los que tanto clamaron para que el pueblo ejerciera su voluntad, estarían satisfechos de que así haya ocurrido, pero muy lejos de ello, ahora vociferan que no reconocerán los resultados que legitimaron la Asamblea Nacional Constituyente y por lo tanto el poder originario que de ella ha surgido y al cual se subordinan todos los otros poderes reconocidos por la Constitución.

Precisamente, la Carta Magna en su artículo 349 dice que el presidente no podrá objetar  las decisiones de la Asamblea como tampoco podrán hacerlo los restantes poderes constituidos en la estructura del gobierno.

De los que ahora, en gesto vergonzoso se unen al clamor imperialista para poner en la picota a Venezuela y tratar de propiciar una intervención militar y mayores sanciones de todo tipo en la llamada “guerra suave” habría que preguntarle cuantos se atreverían a realizar en sus países una consulta popular similar a la Constituyente, que seguros estamos saldrían por el techo de sus suntuosos palacios donde asientan las oligarquías sus poderes para usarlos contra el pueblo, como ocurre actualmente en Argentina, Brasil, por citar solo dos ejemplos, porque sabemos hay muchos más.

Pero para desgracia de estos “paladines de la democracia”, lo bueno aún está por llegar porque próximamente se instalara la Asamblea como tal, después vendrá el trabajo de modificación de la Constitución en la que seguramente quedarán reconocidas todas las misiones de carácter social, económico y político que el chavismo desarrolló en estos años de revolución bolivariana, reformas que tendrán que ser aprobadas por plebiscito en las que el pueblo dará o no su aprobación popular.

Que no piensen los terroristas y sus patrocinadores de los distintos partidos que los actos criminales y vandálicos que han costado decenas de muertos y lesionados al pueblo, van a quedar impunes, se habla ya de la instalación de una Comisión de la Verdad que se encargará de pedirle cuentas y a los que los tribunales darán las sanciones que les correspondan.

Los venezolanos demostraron con esta Constituyente que están dispuestos a luchar, a defender su derecho a vivir en paz y tranquilidad, a construir un futuro de armonía y prosperidad en el que haya cabida para todos, chavistas o no chavistas, por lo tanto, su capacidad de resistencia se fortalecerá ante cada nueva agresión, ante cada maniobra desestabilizadora del enemigo, como ante esta pretendida reunión de cancilleres latinoamericana el 8 de agosto, convocada nada menos que por Perú, para analizar la situación en Venezuela, cuando si de verdad fueran honestos, debía ser a la inversa, analizarse ellos a la luz de la Constituyente ejemplar de la revolución bolivariana.