CAMAGÜEY.- Tras 110 días de actos vandálicos o guarimbas, bajo un asedio mediático pocas veces visto en la historia de la prensa mundial, donde los grandes medios y otros no tan grandes parecen haberse alineado para cumplir una estrategia que no es nueva, más de ocho millones de venezolanos salieron a votar una plenipotenciaria Asamblea Nacional Constituyente (ANC), un voto que aunque no se puede catalogar de chavista es, en buena medida, un castigo a la violencia de la derecha y un importante apoyo al modelo constitucional del país.

La última jugada de Maduro, anunciada el 1ro. de mayo de este año, si hubiera sido sobre un tablero de ajedrez, se valoraría de arriesgada, pero indudablemente habría que anotarla entre signos de admiración. Convocar a elecciones en medio de una guerra, no convencional pero guerra al fin, parece cosa de locos, más si se tiene tan cerca el referente de la Revolución Sandinista en su primera versión.

Los centros de poder vendieron la matriz de opinión de que se trataba de una traición al legado de Chávez, mas no fue así, no por gusto la Constitución de 1999 en sus artículos  347, 348 y 349 consagran que el poder originario radica en el pueblo. Pero, ¿qué les toca hacer ahora a los 545 constituyentistas electos para no defraudar a sus votantes? Más allá de los nueve objetivos propuestos por el presidente del país, la ANC enfrenta varios retos.

Las fuerzas revolucionarias tienen la oportunidad única de radicalizar el proceso de cambios que comenzó con la llegada de Chávez a Miraflores. Darle rango constitucional a las misiones y grandes misiones pudiera ser una manera de entorpecerles el camino a quienes pretenden eliminarlas en un hipotético, pero no imposible, escenario en que el chavismo saliera derrotado en las presidenciales del 2019, máxime si se sabe que a esto va la derecha cuando coyunturalmente toma el poder, allí está el Brasil de Temer que prohibió el gasto social por 20 años.

Además, el Estado tendrá la posibilidad de buscar una legislación para controlar la cadena de distribución de alimentos, hoy en manos de empresarios mayoritariamente de la oposición que juegan a los escondidos con la comida, principal razón del desabastecimiento artificial y, por tanto, del alza de los precios, una cadena clave en la estabilidad que se necesita para luego construir un nuevo modelo económico que supere el rentismo petrolero.

El otro punto clave es la paz, y este atraviesa transversalmente todos los demás. Más de 100 muertos de ambos lados en apenas cuatro meses debiera ser un buen punto para sentarse a dialogar, pero a los dinosaurios de la política venezolana Julio Borges y Ramos Allup solo les interesa recuperar el estado de bienestar de la Cuarta República, cuando echaron al latón de la basura hasta los cuadros del Bolívar que ahora tanto defienden y jugaban a alternarse en el poder con el llamado “pacto de punto fijo”.

Por eso se tendrá que ir más allá de la Comisión de la verdad. La plenipotenciaria Constituyente deberá reestructurar el sistema de justicia venezolana y prepararse para lo que viene en lo adelante. Ese enfrentamiento entre dos modelos antagónicos seguirá, pues al chavismo no se le perdonará haber construido una revolución bolivariana en la “tacita de oro” de América del Sur, no se asombren, es el mismo guion, a Cuba tampoco le han perdonado haber hecho una revolución socialista a 90 millas de Estados Unidos.

La diversidad de opiniones dentro de esta asamblea va a ser inmensa, su producto final será superior al de 1999, aquella, aunque fue convocada por Chávez, fue de élites y especialistas en la materia. Esta tiene un marcado carácter popular; por primera vez en el mundo, discapacitados, pensionados, amas de casa y la juventud junto a otros sectores históricamente excluidos asisten a una Constituyente. A esto precisamente es a lo que le teme la oligarquía regional, al despertar de los pueblos. ¿Será este un nuevo desencadenante histórico para relanzar a la izquierda en el continente? El tiempo lo dirá.

Este 30 de julio, Venezuela envió un mensaje al mundo, el mismo día en que bautizaron a Simón José Antonio de la Trinidad Bolívar, el entonces joven que después se negaría a besar la cruz que el Papa Pío VII llevaba en los pies, el mismo que juró en el Monte Sacro luchar por la independencia de  la América toda. Una vez más el Libertador resucitó en más de ocho millones de almas, no se equivocó Neruda, él despierta cada 100 años, cuando despiertan los pueblos.

El pueblo bolivariano se quedó al lado de los que aman y fundan; aisló a los que odian y destruyen; decidió construir un proyecto de país diferente y así demostrarle al mundo que Bolívar y Chávez no araron en el mar.

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