CAMAGÜEY.- Si Donald Trump ha alcanzado de sus conciudadanos, en sus primeros seis meses de gobierno, el más alto nivel de desaprobación de su gestión al frente del país que presidente alguno que haya pasado por la Casa Blanca en más de 70 años, qué pasaría si esta misma pregunta se la hicieran a los pueblos latinoamericanos y caribeños, sin incluir otros de regiones más lejanas.

Bastaría con mencionar los muros que pretende construir, las deportaciones, la denuncia de tratados comerciales, sus proyecciones proteccionistas, su política agresiva contra los gobiernos progresistas y de izquierda, y los más ofensivos epítetos que ha dedicado a los emigrantes de nuestra región, entre ellos los de maleantes y ladrones, para no solo desaprobarlo sino repudiarlo como uno de los peores de todos los que lo antecedieron.

Pero bueno, a lo que iba, una de sus últimas fechorías ha creado una ola de indignación en el área pues se atrevió a amenazar a Venezuela con nuevas sanciones si no detenía el proceso de la Asamblea Constituyente que devolvería al pueblo el poder originario para su destino actual y futuro.

“Las propuestas de sanciones están sobre mi mesa”, ha dicho con su característica prepotencia, como si estuviéramos en la época en que bastaba que los Estados Unidos levantara un dedo como expresión de su voluntad para que todos se apresuraran a cumplirla.

Habría que preguntarse por qué le preocupa tanto a Trump la Constituyente venezolana que no es más que un ejercicio profundamente democrático que pone en manos del pueblo el poder para decidir sobre el presente y el futuro de la Revolución bolivariana.

Habría que hacerle la misma pregunta a la Unión Europea (UE) que también a través de su vocera ha demandado a la patria de Bolívar que detenga la Constituyente o tendrá que atenerse a las consecuencias, desconociendo que esta es una acción soberana e independiente de los venezolanos que para nada tienen que pedirle permiso a nadie.

Lo que la opinión de la oposición golpista promotora de la violencia terrorista causante de más de 70 muertos, cientos de heridos y lesionados y unos 21 mil millones de dólares en pérdidas materiales y perjuicios económicos ha recibido como un decisivo espaldarazo a sus vanos intentos de paralizar la Constituyente, para el Gobierno y pueblo bolivariano ha sido la confirmación de que están haciendo lo correcto, porque la mejor prueba es que el enemigo está preocupado y ocupado, por el camino emprendido.

Pero lo cierto es que ya la Asamblea Constituyente es indetenible y cuenta con el respaldo mayoritario del pueblo, como lo demostró el pasado 16 de julio cuando acudió masivamente a los centros de votación del Ensayo de la Constituyente, ante el cual el ilegal “plebiscito’ convocado por la oposición golpista no fue más que un pálido intento fallido en su objetivo diversionista.

El próximo 30 de julio, como diría el general mambí de nuestras guerras de independencia contra el colonialismo español, Antonio Maceo, se “rompe el corojo” y con ello por el voto popular, se sellará el triunfo de la Constituyente, con la cual quedarán rotas las ataduras que hasta ahora han impedido que el Gobierno del presidente constitucional Nicolás Maduro Moro pueda gobernar en paz y realizar toda la parte de los sueños que quedaron inconclusos con la desaparición física del líder bolivariano, comandante Hugo Rafael Chávez Frías.