LA HABANA.- (PL) Cada lunes en la tarde numerosos habitantes de Dresde, Alemania, se preparan para hacer frente en la ciudad a manifestaciones del grupo antinmigrantes Pegida, pero, pese al esfuerzo, ese movimiento mantiene un amplio número de seguidores.

Cada semana, Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida, por las siglas en alemán) convoca a miles de personas en la citada urbe, capital del estado federado de Sajonia, principalmente para protestar contra las políticas de la nación europea relacionadas con el asilo y los refugiados, y, de paso, ensombrecer a la llamada Florencia del Elba.

La peligrosidad del movimiento, según autoridades locales, radica en que el mismo no tiene reparos en integrar en sus filas a quienes odian abiertamente al Islam, a individuos con ideas fascistas, así como a promotores de la violencia y de la discriminación.

En declaraciones a Prensa Latina, Danilo Starosta, experto de la Oficina de Cultura de Sajonia, comentó que Pegida logra sumar bajo una denominación muy amplia a diversos sectores de la sociedad y de las formaciones políticas, aunque opera fuera del tradicional sistema de partidos.

Otro peligro es que igualmente recibe a personas inconformes con el sistema social, pero canaliza su frustración para extender el movimiento, explicó Starosta.

Por su parte, Annekatrin Klepsch, vicealcaldesa de Dresde para Cultura y Turismo, se refirió a diversos estudios según los cuales más de la mitad de los partidarios de Pegida y de los participantes en las manifestaciones procede de la capital sajona, aunque un amplio número viene de ciudades de los alrededores.

También acuden desde otros estados federados y existe una línea común con nuevos movimientos de la derecha en Alemania y el extranjero, agregó Klepsch para ilustrar la preocupación de las autoridades.

Por otra parte, en 2015 y 2016 ocurrieron separaciones dentro de Pegida que terminaron en la creación de facciones más radicales. Una de esas ramas incluso va a las fronteras de la Unión Europea para “defenderlas” de manera paramilitar junto a grupos fuertes de ultraderecha, apuntó Starosta.

En opinión del experto, "lo más peligroso de Pegida es su influencia política y social, y el hecho de que la mayoría de las propuestas gira en torno al cambio de las leyes alemanas de asilo, a la reducción del número de personas que trabajan con refugiados y del presupuesto destinado a ese fin".

Además, promueven el incremento de las expulsiones del país de sujetos supuestamente peligrosos, la reutilización de términos racistas y la doctrina de una supuesta “superioridad alemana”, basados en el poderío económico de la nación.

Pegida igualmente acusa a la prensa de mentirosa, agrede y amenaza a los periodistas, sobre todo a aquellos que portan cámaras, afirmó Heinrich María Löbbers, del Comité de Redacción del Diario Sajón (SĂńchsische Zeitung).

Otro fenómeno alarmante, según Löbbers, es la pérdida de clientes por parte de los medios, producto de las críticas al grupo antinmigrantes, situación ligada al apoyo de la gente común.

Un segmento de la población prefiere los medios de la llamada nueva derecha, que tienen los privilegios exclusivos de las entrevistas con los voceros del movimiento, reconoció.

De acuerdo con la vicealcaldesa Klepsch, en Dresde el tratamiento a Pegida es difícil y varios partidos tradicionales lo invitan a dialogar -contra toda lógica-; no obstante, desde la institucionalidad de la ciudad se trabaja para hacer frente a la xenofobia y la violencia.

CON MENOS FUERZA, PERO EL ODIO PERSISTE

Como fenómeno social, Pegida comenzó a llamar la atención en 2014, cuando condujo manifestaciones con diez mil asistentes o más.

Según Danilo Starosta, el movimiento aprovechó mecanismos como la ayuda a los habitantes de Dresde ante las crecidas del río Elba, asociaciones con grupos de la criminalidad organizada y acciones contra la política de asilo y las casas de refugiados.

"Tan solo en 2015 hubo unas 700 protestas de ese tipo en 90 pueblos y ciudades. Eso significa que casi cada dos o tres días había una manifestación", explicó el experto, quien hizo énfasis en que fueron hechos acompańados de mucha violencia racista.

"Actualmente -agregó- en Sajonia tenemos 40 grupos de la derecha extrema, más tres partidos nacionalsocialistas, aunque es algo que pasa en toda Alemania. Ahora esos movimientos tienen un medio para entrar en la política pública bajo el manto de la Alternativa para Alemania (formación euroescéptica de tendencia derechista y ultraderechista)".

Por su parte, la vicealcaldesa Klepsch comentó que la fuerza de Pegida es menor en el presente y que las movilizaciones para las manifestaciones de los lunes pasaron de cerca de 20 mil personas a unas dos mil 500.

"Resulta muy difícil encontrar la razón de por qué en esta ciudad parece tan grave, pero pudiera decirse que es porque no siempre hubo oposición y estructuras en contra", dijo la funcionaria a Prensa Latina.

El auge de estos grupos surge, en opinión de Starosta, de la autoconfirmación del movimiento y la ausencia de respuestas contundentes inmediatas de la sociedad; "la ciudad es más peligrosa ahora", dadas las agresiones contra la ciudadanía.

Del otro lado -insistió-, contra los afines al grupo extremista solo existe una resistencia participativa. Si Pegida hace una marcha, entonces los activistas organizan contramanifestaciones para cortarle el paso, pero, por lo general, son tentativas pequeńas con éxito limitado.

Según Annekatrin Klepsch, los ataques de esa agrupación contra la comunidad musulmana, que terminaron por despertar a las autoridades, motivaron un programa oficial de la ciudad cuyos ejes centrales son el respeto, la tolerancia, la apertura a las culturas de diferentes regiones y a lo desconocido.

Múltiples instituciones culturales de Dresde se sumaron a la campańa para influir sobre los indiferentes y articular una posición común, pero varias de ellas recibieron quejas de clientes favorables a los grupos de la derecha. Proyectos similares fueron promovidos por organizaciones civiles y religiosas.

Así, en la Alemania actual se aviva el debate interno sobre si el país es verdaderamente una nación moderna, abierta y multiétnica o si la semilla del odio está germinando mediante grupos como Pegida y a partir de la idea de la supremacía racial.

*Periodista de Prensa Latina