ISLA DE MARGARITA, VENEZUELA.—Nueva Es­parta, el portal insular de Venezuela al Caribe, archipiélago y entidad federal de la geografía nacional, será una especie de pequeña capital mundial desde mañana y hasta el próximo domingo.

Margarita, la isla mayor de las tres que lo conforman, acogerá a miembros y observadores del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) en su XVII Conferencia Cumbre, y como con la presencia de sus presidentes van siempre los países, la reunión tomará forma inevitable de concilio universal.

Así ha ocurrido siempre, aun cuando ni los presentes, ni los intereses, ni la cifra siquiera de asistentes haya tenido que ver con el concierto de 120 naciones y 15 observadores que integran actualmente el MNOAL; mucho menos con los intereses de la gente de pueblo que quiere ver en su mesa, en sus bolsillos, en los derechos elementales de vida puertas adentro de casa, el reflejo de las discusiones de alto nivel que sostienen otros “clubes selectos”.

Contrario a los principios fundacionales del MNOAL, el poderío económico y militar ha convocado otras cumbres que vuelcan los ojos del mundo sobre ellas, sobre el extracto de grupo reducido que significa el G8, el G20, y esas alineaciones pequeñas y explosivas como una reacción nuclear.

En esas citas la sede se convierte en capital del mundo porque los grandes medios de comunicación montan la carpa, ponen tarifa a sus temas, subastan sus agendas y ponen todos los focos sobre el asunto en debate, no importa si discuten ventajismos militares o las brechas que debilitan la hegemonía de sus economías.

En las cumbres de los No Alineados los términos y el ambiente son al menos distintos. Hay una especie de apego, de fidelidad al motivo de origen que en 1955 promovió en Bandung, Indonesia, la idea a tres manos de los líderes Jawaharlal Nehru (India), Gamal Abdel Nasser (Egipto) y Sukarno (Indonesia), de crear una organización de naciones dispuestas a no aliarse a alguno de los dos bandos del conflicto geopolítico de la Guerra Fría, entre los bloques soviético y norteamericano.

Aunque este enfrentamiento indirecto finalizó tras el desmembramiento del campo socialista y casi hace desaparecer al Movimiento debido al cese de su razón fundamental, la organización, que hasta entonces creció notablemente en su membrecía, ya había sentado precedentes en otras causas supranacionales como la defensa del derecho a la autodeterminación, el rechazo al apartheid sudafricano y otros procesos de segregación racial, la promoción del desarme, la no adhesión a pactos militares multilaterales, el fortalecimiento de la ONU, la lucha contra el imperialismo, la no injerencia en los asuntos internos de los países, así como la democratización de las relaciones políticas y socioeconómicas internacionales.

El pronunciamiento mayoritario y conjunto de sus miembros en favor de tales tópicos fue el ente aglutinador que garantizó la supervivencia del MNOAL más allá de las crisis que provocaron en su seno varias coyunturas, como el desmantelamiento de la URSS y los conflictos bélicos entre algunos de sus integrantes.

Lo cierto es que, progresivamente, el Movi­miento fue dando muestras fehacientes de que su posición no podía limitarse a una declaración pasiva de neutralidad, sino que debía ser parte de un activismo político capaz de regular de algún modo las relaciones internacionales en favor de la paz.

Así lo concibieron de cierto modo los criterios fundacionales gestados en Bandung y luego los requisitos de membrecía formulados en la preparación de la primera Conferencia Cumbre realizada en Belgrado entre el 1 y el 6 de septiembre de 1961, donde quedó oficialmente constituido el Movi­miento y a partir de la cual la política de no alineamiento comenzó a tomar fuerza significativa.

En esa primera cita participaron 28 países, de los cuales 25 se integraron como miembros y tres en el estatus de observadores, y es de notar la inclusión activa de nuevos estados independientes, entre ellos Cuba, el único de Latinoamérica en sumarse entonces como miembro.

A partir de Belgrado inicia una etapa de auge del Movimiento, que solo dos años después da un paso relevante con la fundación de la Or­ga­ni­zación para la Unidad Africana (hoy Unión Afri­cana) y que suma al bloque a 31 naciones independientes de ese continente.

La incorporación progresiva de nuevos estados totalizó 47 para octubre de 1964, al celebrarse la II Conferencia Cumbre en El Cairo, Egipto, ahora con diez observadores y, como novedad, 30 representantes de comités de liberación de países que todavía luchaban contra el régimen colonial.

La coexistencia pacífica se consagra aquí como un concepto clave del MNOAL al quedar redactados sus principios y en lo adelante convierte a la paz en tema fundamental de sus proclamas y debates.

La expansión del MNOAL continúa consolidándose en Argel, a donde llegan para la IV Cumbre, en septiembre de 1973, 75 miembros, siete observadores, tres invitados y 12 representantes de comités de liberación. Allí mantienen las posiciones tradicionales de defensa de la paz y contra el colonialismo, pero ponen un énfasis en las condiciones económicas de los países del Movimiento, incentivan el fortalecimiento de la cooperación entre ellos y analizan críticamente al imperialismo.

Las perspectivas de las naciones en vías de de­sarrollo marcan de nuevo los debates de Co­lombo, la capital de Sri Lanka, que acoge la V Cumbre, ahora con 86 miembros, diez observadores y siete invitados. Un Programa de Acción de la Coope­ración Económica y siete resoluciones im­primen un tono más práctico a los resultados de la Con­ferencia, y en su Declaración Política se hace un balance de la disminución de las tensiones internacionales, aunque mantiene la crítica al imperialismo, el racismo, el neocolonialismo y la injerencia extranjera.

En 1979 La Habana trae por primera vez a Latinoamérica la sede del MNOAL. Nuevos miembros permiten que la cifra alcance los 96 integrantes de pleno derecho, y participan además nueve observadores, diez invitados y, como en otras cumbres, representantes de varios movimientos de liberación nacional. El líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, inaugura y clausura las sesiones con sendos discursos que perfilan de un modo cardinal los objetivos esenciales de la Organización.

El periodo de relanzamiento que se vivía entonces decae poco tiempo después con el estallido de varios conflictos que involucran a países miembros, como el de Irán e Irak, obligando incluso a un cambio de sede de Bagdad hacia la capital de la India, donde se emite el denominado Mensaje de Nueva Delhi que desmonta críticamente el pe­riodo de tensión, aboga por superarlo y apela con urgencia al concepto de la coexistencia pacífica, refrendado en las bases del MNOAL.

Esta línea de defensa seguirá proclamándose en la cita siguiente en Harare (Zimbabwe), en 1986, donde el Comandante en Jefe Fidel Castro marca pauta con su discurso, junto a los pronunciamientos de importantes líderes mundiales que también saludaron los 25 años del MNOAL.

Los años siguientes significarían un giro radical para el Movimiento. Amenazado en su razón fundacional con el desmantelamiento del bloque socialista europeo y el fin de la Guerra Fría, la estructura de países en vías de desarrollo que lo componen tiene la madurez suficiente para entender que la Organización resulta un pilar en la resistencia contra el unilateralismo y la globalización imperantes en la nueva correlación de fuerzas.

Los problemas del llamado Tercer Mundo se recrudecerán y el MNOAL seguiría siendo un mecanismo eficiente para defender sus intereses, aunque la coyuntura obligue a renunciar a buena parte de los criterios bases de su creación.

Desde Yakarta en 1992, pasando por Cartagena de Indias en 1995, Durban en 1998, Kuala Lumpur en el 2003, otra vez La Habana en el 2006, Egipto en el 2009 y Teherán en el 2012, el MNOAL continuó siendo un bastión fuerte que fijó la posición de los estados en vías de desarrollo, sobre temas como el incremento de la autoridad de la ONU y la necesidad de reformar y democratizar el Consejo de Seguridad con la eliminación del derecho al veto, la no intervención en los asuntos internos de los países, la solución de conflictos sin intermedio de la guerra, la creciente influencia del terrorismo y la defensa de los principios de independencia política y soberanía de las naciones.

Para la edición de isla de Margarita, en Ve­ne­zuela, nuevos problemas seguramente se sumarán al debate. La paz, cuestión medular del Mo­vimiento, tiene en Latinoamérica eventos interesantes con avances prácticos.

El terrorismo, por otra parte, expande los conflictos, y aunque es peligro real y urgente, sirve de pretexto a incursiones militares que procuran trazar rutas de dominio sobre recursos valiosos como el petróleo.

Por cuarta vez en el continente latinoamericano, la ocasión parece ideal para poner en la mesa la ofensiva solapada sobre legítimos gobiernos progresistas que sufren golpes sucios para despojarlos del poder y desmantelar las reivindicaciones populares conseguidas.

Venezuela, especialmente, toma la sede cuando el mundo tiene sobre ella un criterio de país en convulsión, dado el retrato que venden los medios tarifados. Una nación cuyo pueblo resiste el embate de un boicot económico y la conspiración política de una oligarquía supeditada a intereses extranjeros tendrá ahora la oportunidad de mostrarse como es, basado en el prestigio de una política exterior que reformó para bien el Comandante Hugo Chávez y continúa el Presidente Nicolás Maduro, sometido como nunca a un cerco de infundios y arremetidas que podría desbaratar en el escenario fundamental del MNOAL.

Con la realización de la XVII Conferencia Cumbre, Venezuela será nombrada Presidente del Movimiento, y su gobierno, como para confirmarse en su autoridad política, llevará sobre sus hombros la tercera dirección de un organismo multilateral de manera simultánea; pues ya lo es de Unasur y Mercosur.