Méndez explicó que esa situación ya incidió en los bajos rendimientos de las cosechas de frijoles, tomates y otros productos, que a finales de año debieron tener una mayor presencia en placitas y mercados, independientemente de problemas con la productividad, falta de organización y de previsión.

 Señaló que debido a las precipitaciones no fue posible recoger el frijol sembrado en septiembre, por lo cual se perdieron muchas hectáreas al retrasarse el tiempo de cosecha. Llovió abundantemente en casi todo el territorio nacional en los meses de noviembre y diciembre.

Esas aguas en ese momento afectaron, además, la formación del grano en la vaina, la cual solo dará plantas y hierbas, pero nunca frutos, esto genera a su vez disminución en los rendimientos esperados por los especialistas en la etapa de frío, considerada ideal para el desarrollo vegetativo de muchos cultivos.

Paralelamente a la problemática de la humedad, hay que sumar los efectos de la severa sequía que disparan la aparición de plagas y enfermedades.

A modo de ejemplo, el jefe del Departamento de Hortalizas del Minag comentó que más del 70 por ciento de las producciones de tomate, de las provincias de Artemisa y Mayabeque, se perdieron por esa causa y ello provocó el desabastecimiento de la capital cubana y el disparo del precio de la libra a 15 o más pesos en muchos lugares.

Afirmó que los tomates en proceso de maduración para ir a la industria o al consumo, no resisten estas condiciones y se pudren por exceso de agua. Algo similar le pasa a la papa que aún se siembra en un grupo de provincias.

Otro importante rubro para la economía nacional, como la caña de azúcar, también ve disminuida la cantidad de dulce que podría alcanzar en su formación, bajo estas condiciones.

Si a ello se le agrega que existen varias formas de comercialización, que van desde cuentapropistas, carretilleros, mercados de oferta y demanda, mercados arrendados y el turismo, comprendemos que es bien complejo abastecer a todos y garantizar precios justos a la población.

Son las mismas tierras para todo y los propios agricultores determinan en muchos casos sus prioridades productivas para el año, en tanto el Estado contrata solo una parte del potencial que realmente pueden aportar a la economía.

No obstante, nuevos y estimulantes precios de compra a los campesinos, existen cultivos más rentables y fáciles de vender a las entidades comercializadoras que ofrecen un mejor pago, incluso al momento de recoger la mercancía en el propio campo.

La realidad es que la agricultura es a cielo abierto y vive bajo los influjos de ese y otros efectos, en especial de los impactos de los eventos climatológicos acelerados por el calentamiento global en estos tiempos.


Imponderables de la naturaleza aparte, no queda otra que acudir más a la ciencia y aplicar mejor, puntillosamente y en cada lugar, los programas de enfrentamiento y mitigación, la previsión y las técnicas paliativas adecuadas. Ese es el reto de los días que corren. 

{flike} {plusone} {ttweet}