SANTIAGO DE CUBA.- Ante la mirada insondable de los héroes, Cuba les ofrendó hoy en el cementerio patrimonial de Santa Ifigenia, los 60 años de una Revolución construida con la sangre y el sudor de sus mejores hijos y la promesa inclaudicable de defenderla.

Mil santiagueros, en nombre de sus hermanos de todo el archipiélago, se juntaron junto a la leyenda revolucionaria encarnada en Raúl Castro y la continuidad en el presidente Díaz Canel, para una suerte de rendición de cuentas tras 150 años de luchas por la independencia.

Desde la piedra sencilla consagrada a Fidel Castro; el mausoleo a José Martí; el monumento al iniciador, Carlos Manuel de Céspedes, y la tumba de Mariana Grajales, la Madre de la Patria, emergió el símbolo del devenir cubano y de la obstinada voluntad por romper definitivamente todas las cadenas.

Así fue evocado con la grabación de las palabras del Comandante en Jefe cuando aquella madrugada del primero de enero de 1959, desde el balcón del Ayuntamento Municipal, en pleno corazón urbano, afirmaba que tras duro y largo camino habían llegado a Santiago.

El líder del Ejército Rebelde y el Movimiento 26 de Julio, que triunfantes arribaban a la capital oriental tras más de dos años de cruentos enfrentamientos a las tropas superiores en armamentos y hombres del gobierno batistiano, desafiaba esta vez la amenaza yanqui que en 1898 arrebató a los cubanos la libertad conquistada.

Ni un minuto de sosiego, como dijo el Primer Secretario del Partido Comunista, ha tenido la Revolución en estas seis décadas, por parte de sucesivas administraciones estadounidenses, que no han cejado en el empeño por derrocarla y asumen de nuevo en estos tiempos la más descarnada hostilidad.

En este altar de la Patria, el discurso de Raúl fue consecuente con el heroísmo y la entrega generosa de tantos que cayeron por el ideal defendido en siglo y medio y puesto a prueba en las nobles transformaciones revolucionarias iniciadas tras aquel enero victorioso.

El 10 de octubre del 2017, el amanecer sorprendió a decenas de cubanos cuando presenciaban la ceremonia que colocó alineados a Céspedes y a Mariana junto a Martí y a Fidel. Ahora, la noche cayó sobre el camposanto mientras avanzaba la solemne conmemoración y mantuvo firme su luz la llama eterna que preside la explanada.