CAMAGÜEY.- Silvio Rodríguez lo dijo en lo que se considera la mejor síntesis biográfica de la vida de Ignacio Agramonte, su canción El Mayor, Agramonte resucita, lo resucitaron los camagüeyanos que hoy, bien temprano, se llegaron al parque que lleva su nombre a venerarlo con sus flores, allí está él, inmortal, sobre Ballestilla, su último caballo, ese que hace 144 años lo condujo a la eternidad.

Allí se le recordó, defendiendo la república en Guáimaro, cabalgando junto a sus hombres, enamorando a su querida esposa Amalia Simoni, recatando a Sanguily, dirigiendo la caballería más disciplinada de las tropas mambisas y sobre todo caminando por las calles de su Camagüey, como uno más, como un héroe de carne y hueso.

“Por eso sintamos orgullo de ser además de camagüeyanos, de ser agramontinos, de tener allí la audiencia a la que tantas veces fue, donde se gestaron las primeras ideas independentistas del Camagüey y de Cuba. Ignacio, tu lucha no fue en vano, aquí está tu Camagüey construyendo lo que tanto ansiaste”, expresó Fernando Crespo Baró en sus palabras de homenaje.

Pero eso no fue todo, ayer los jóvenes del Camagüey se fueron allá, al Potrero de Jimaguayú, donde se le vio con vida por última vez, a contagiarse directamente con su espíritu. Él, también joven, volvió a ordenar a su corneta el toque a degüello y esta vez acompañado por cientos recorrió nuevamente los últimos kilómetros de su marcha hacia la inmortalidad.

Ellos amanecieron allá, los pocos que durmieron se levantaron con la diana mambisa y le rindieron el merecido tributo a él y también a quien lo catalogó como “diamante con alma de beso”, el Martí de los cubanos, como parte de la jornada “Homenaje a los insignes 144 por 122”.