Foto: Del autorFoto: Del autorCAMAGÜEY.- Risueña y voluntariosa es esta joven que primero se impregnó de miel y azúcar entre la maquinaria del ingenio, y de sopetón le pidieron adentrarse por sudadas guardarrayas donde comienza el azúcar.

Sobre camiones, carretas, en cualquier vehículo que traspasaba la neblina matinal que la empapaba toda, viajaba hasta donde las cañas semejan bailarinas en remolino danzante, impulsadas por las máquinas cosechadoras. Allí en el pelotón la esperan o se aparece sin avisar para llevarse en sus grandes ojos y oídos receptivos las vivencias de los afiliados de La Matilde, el frente de corte más cercano —12 kilómetros ida y vuelta— y El Entronque, el más lejano de los cinco pelotones mecanizados del “Siboney” —40 kilómetros—, trayectos fatigosos bajo el sol y encima de una motocicleta.

¿Sabes manejar moto?, le preguntaron un día y le entregaron una china… y aprendió dando saltos por los terraplenes polvorientos, porque para ella la agroindustria azucarera es difícil aunque los trabajadores del sector hacen proezas cotidianas de las dificultades.

La conocí hace algunas de las 15 zafras cumplidoras del ingenio de Sibanicú, repartiendo diplomas y besos en rostros curtidos del campo y el central. En víspera de este 1ro. de Mayo, volví a encontrarla a la entrada de la única industria camagüeyana, hasta la fecha, que le ha puesto todo el dulce y la miel a la fecha internacional proletaria. Bajó de la moto como si acabara de salir de un salón de belleza y se lo dije.

“Pues no, vengo de los campos de caña de El Entronque, donde el operador Eduardo Chaviano Irao se convirtió en millonario, el primero de Sibanicú que lo logra en esta zafra con una combinada KTP-2”.

Y así, sencilla y locuaz, contenta por los éxitos productivos de los demás de su Sindicato Azucarero, Arelys Pérez Arias, secretaria del Buró Sindical en el “Siboney”, Colectivo Vanguardia Nacional, siguió contando de su gente. No habló de ella, que disfruta cada triunfo de quienes la reciben con respeto y el mismo amor laborioso con que abonan los cañaverales y las áreas del central, donde la valía sindical y la emulación se fortalecerán a golpes convincentes de mejores plantaciones cañeras en cada nueva cosecha, más tolvas y sacos con azúcar exportable y, por supuesto, gracias a mujeres sindicales como Arelys.