Foto: Orlando Durán Hernández/Adelante / ArchivoFoto: Orlando Durán Hernández/Adelante / ArchivoCAMAGÜEY.- En el África de nuestros ancestros, en la lejana Asia, en la América nuestra, en cualquier rincón de este planeta hay una historia de un hijo de este pequeña Isla que unió su destino al de aquellos con los que solo tenía en común el derecho de inalienable de ser libres.

Como cada año llega la hora de homenajear a los miles de cubanos que dieron su vida por la independencia de otros, los que regaron su sangre en tierras desconocidas en nombre de la justicia y la solidaridad humana y resucitan los siete de diciembre para marchar otra vez junto a su pueblo.

Los camagüeyanos, herederos de una vergüenza mitológica, han partido muchas veces al llamado de la patria a pelear en otros pueblos. Por eso, como es sana costumbre, hoy los agramontinos se reunirán en la plaza que lleva el nombre del más intransigente de los cubanos, el mayor general Antonio Maceo, para rendirle tributo en el 120 aniversario de su caída en combate. Luego, la peregrinación andará por el centro histórico de la ciudad hasta llegar al panteón de los caídos por la defensa en el cementerio local y levantar, una vez más, a sus ilustres muertos.

Familiares, amigos y pueblo, se empecinan en esta fecha en disparar al aire las salvas de del honor que no merecen ser olvidados. Este 2016 será diferente, porque no estará la acostumbrada corona de flores a nombre de Fidel Castro Ruz, aquel que no dejó causa justa ni oprimido sin ayuda, ese que nos legó la premisa de internacionalismo que aprendió de su mentor: “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”.

Decenas de jefes de estado y líderes políticos agradecieron en estos días de duelo la vital ayuda de Cuba en sus procesos independentistas. Desde Angola, Bolivia, Nicaragua, Etiopía, Vietnam, Sudáfrica, Argelia, El Congo y otras tierras lejanas llegó el eterno compromiso con sus hermanos cubanos, esos que hoy renacen con el honor de saberse libres y mártires.