Según el Ministerio de la Agricultura esa tecnología se aplica en este momento al 29 por ciento de la masa de hembras en edad reproductiva, cuando en la pasada década de los '90 era del 70 por ciento, y específicamente en el sector cooperativo y campesino llega únicamente al 11 por ciento.

Ello es consecuencia, consideran especialistas, de la existencia de muchos nuevos ganaderos que son usufructuarios de tierra y, por tanto, predominantes en la tenencia de animales, a diferencia de fines del pasado siglo cuando la empresa estatal era propietaria de la mayor cantidad de vacunos.

Existen también dificultades operativas que limitan el uso de la tecnología en ese dominante sector.

Jorge Salas, uno de los productores con mejores resultados en la leche en Camagüey, aunque reconoció los beneficios de su aplicación,  señaló que es preciso crear condiciones en las cooperativas para llevar adelante de forma sostenida y creciente la inseminación artificial.

Puso como ejemplo que cuando tienen una vaca en celo y van a buscar al técnico este se encuentra en otro lugar cumpliendo determinada tarea, no tiene gomas para la bicicleta o le falta algún recurso y cuando llega a la finca ya el animal pasó su periodo de reproducción.

Ante este contratiempo real y frecuente, Salas se decidió por comprar a la Empresa de Inseminación Artificial de Camagüey un semental de la raza Siboney de Cuba, el cual satisface las necesidades de su rebaño.

El informe presentado en la Asamblea Provincial del Partido Comunista de Cuba, realizada a mediados del pasado mes, reconoció que existe rechazo y desconocimiento por los campesinos de la efectividad de este proceder.

Se mencionó entre otros factores la inestabilidad en el funcionamiento de las brigadas de reproducción en las unidades de base productiva, escasez e insuficiente uso de los recursos y el empleo de sementales de baja calidad  genética y no aptos para esta función.   

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