CAMAGÜEY.- Llegaron por el oeste frente al Canal Viejo de Bahamas a las playas de Cayo Cruz en Camagüey, Cuba, y al contrario del hostil recibimiento a sus coterráneos que intentaron cruzar el Río Bravo en la frontera México-Estados Unidos, no fueron acosados por jinetes a caballos y lazos atropellándolos, al pragmático estilo del Western “Made in USA”.

Manos solidarias arrebataron al mar a 183 migrantes haitianos asustados, con muy poca experiencia marinera que quedaron al pairo, a merced de las olas, sobre una pequeña e insegura embarcación de vela, de apenas 12,7 metros de largo (eslora) por 4,10 de ancho (manga) y 1,60 de puntal, donde viajaban un número considerable de bebés y embarazadas.

Pese a las reales carencias de medicamentos y alimentos provocados por el violento asedio financiero, económico y comercial impuesto por los Estados Unidos a esta Isla por más de medio siglo y la compleja situación de la COVID-19, los inesperados visitantes que se lanzaron desesperadamente a la peligrosa travesía aún con el pavor en sus rostros por haber perdido todo en el último terremoto… y la esperanza de muchos sueños apretados en escasos bártulos y mochilas para llegar al “ideal” suelo norteamericano, fueron atendidos por integrantes de la Cruz Roja Cubana (unos 28 voluntarios) y del Ministerio de Salud Pública en el centro de atención habilitado en la sede de los constructores del contingente Camilo Cienfuegos, ubicado en Playa Jigüey.

Atención médica inmediata y alimentación, avituallamiento imprescindible: mascarillas, aseo personal, ropa, calzado… fueron entregados a los hermanos haitianos, un gran número procedente de zonas rurales del caribeño país. Algunos hablan español, pero los que no, a través de Daniel, improvisado traductor del grupo, manifestaron agradecimientos a los anfitriones.

El enfermero Yonny Herrera Porro, integrante del Contingente Henry Reeve, que prestó ayuda sanitaria contra el SARS-CoV-2 en Kuwait y Emiratos Árabes, asiste a los migrantes junto al médico principal Aliosky Manuel-Hossi Estrada y el joven estomatólogo Lisander González Milán.

Atienden a todos, pero especial distinción la dedican a los niños: 32 menores de 18 años, entre ellos, lactantes de tres, seis y nueve meses y tres gestantes de 7, 8 y 16 semanas de embarazo. Solo hay tres haitianos mayores de 60 años, pero todos son atendidos con los recursos disponibles que, para ellos, como para nuestro pueblo son también priorizados.

El médico Aliosky puntualizó que al arribo de los inmigrantes se atendieron inmediatamente aquellos que presentaban deshidratación y quemaduras ocasionadas durante la travesía y a todos se les aplicaron pruebas de antígenos para descartar contagios de COVID-19.

El ambiente en el centro que acoge a los migrantes haitianos es más bien de esparcimiento, fútbol, juegos de salón, y habitaciones, con abundante agua y aire acondicionado… al extremo de que para complacer los gustos culinarios tradicionales, en la cocina intervienen junto a cubanas y cubanos, mujeres haitianas para darle el sazón que los más prefieren a alimentos autóctonos, como el pescado y los vegetales.

En opinión de algunos líderes del grupo que recaló en aguas jurisdiccionales de Esmeralda, Camagüey, Cuba, la mayoría está dispuesta regresar a su país cuando las autoridades correspondientes así lo decidan. Lamentablemente, hechos como este resultan comunes en naciones subdesarrolladas, cuyos habitantes miran con ilusión al primer mundo que las explota mientras vende su realidad "exitosa" a través de los medios de comunicación y el entretenimiento. Como afirmó el presidente haitiano, "la migración seguirá mientras la mayoría viva en la pobreza".