CAMAGÜEY.- Es la la cosa más natural del mundo. O mejor, resulta lo más natural en Cuba: Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el Presidente, impregna a su estilo de dirección ese contacto permanente con la sociedad nacional.

Quizás pudiera ejemplificar ahora mismo: apenas concluyó la visita gubernamental a esta provincia, se sumó a los debates de los economistas cubanos, envueltos en un reto social que se aparta al de otros momentos en el país.

Pudieran ponerse sobre la mesa otros muchos más elementos, pero me detengo en esos elementos de contacto permanente, ese espíritu que le ha traspasado a sus vicepresidentes y miembros del Consejo de Ministros, a los que se les aprecia activos tanto en las provincias como en contacto con el pueblo y las instituciones.

Pudieran objetarse, y de hecho hay quienes ven el asunto desde aristas más retrógradas, que eso no despeja las múltiples dificultades por las que atraviesa la nación, empero la virtud radica en que nada le es ajeno a quienes hoy día asumen las riendas de Cuba.

No somos perfectos. Hay que desterrar ciertos males que descomponen la efectividad de nuestro socialismo, y aunque no pueden distorsionar el rumbo de la nación, contribuyen, eso sí, a retardar el trayecto, a entorpecer la búsqueda de las soluciones más ágiles, las más expeditas.

Díaz-Canel ha llamado insistentemente a buscar un mayor vínculo de la ciencia, más cuando Cuba dispone de un potencial humano altamente calificado capaz de contribuir decisivamente a resolver infinidad de temas peliagudos, como la producción de alimentos y darle una superior oxigenación a la moneda nacional.

Es cierto: todavía permanecen en la infraestructura rezagos de burocracia, de personas corruptas, de directivos torpes e incompetentes, pero la pujanza de las nuevas generaciones casi seguro aislarán al país de esos perniciosos procederes.

El realismo es parte indisoluble del discurso oficial. No hay falsas promesas, ni optimismo carentes de sujeción. En las manos de todos, se insiste, radica la posibilidad de hacer frente con éxito a las muchas maniobras externas para asfixiar a Cuba y su ejemplo para el mundo.

Pese a las vallas que ralentizan el progreso, pese a las incongruencias internas en el ordenamiento de la sociedad, en Cuba se reconoce que no solamente el bloqueo norteamericano es la causa de algunas problemáticas que todavía perduran en el mapa interno. Las partes blandas las tenemos. Hay orificios en nuestra pared social, sin embargo, pese a los reales problemas que permean el día a día, las medidas de corte neoliberal no están en ninguna estrategia de trabajo del país.

¿Qué otro país en semejante postura habría dado verdaderas lecciones de integridad? ¿Qué otro país con serios apuros financieros mantiene a capa y espada sus programas de salud, educación y deportes gratuitos?

El ejercicio de poder colectivo nos permite atisbar mejores horizontes. Cuba no ese infierno que “pintan” esos que solo ven manchas en nuestra forma de conformar gobierno. ¿Hay penurias? Sí, las hay. No nos avergüenza reconocerla, pero seguimos siendo un país digno, un país pobre, del Tercer Mundo, que tiene a la primera potencia del orbe llena de soberbia por no habernos aplastado.

Estamos acá, pese a todo, con un optimismo que se reverdece constantemente, inspirados en esa firmeza que heredamos de un genial Fidel, y que ahora toca a todos traducir al lenguaje de estos tiempos.

Las visitas, bienvenidas sean, porque inyectan nuevas energías, y nos hacen ver que el socialismo continúa siendo el norte de un país orgulloso de la obra que edifica.