CAMAGÜEY.- Hoy no tocaban clases, ni pruebas, ni regaños por el mal uso del uniforme; hoy en el Centro Mixto Máximo Gómez Báez había que decir el “adiós no deseado”; les concernía a los 482 muchachos, que recibían el calificativo de bachilleres, crecer, “avanzar otro peldaño” y convertirse en el futuro.

Muchas emociones se agolpaban, era un día especial en el que era imposible olvidarse de la taquilla, de la lucha con el agua, de las galletas con mayonesa, del cero cero, de las fugas... en fin, de la escuela, “esa madre que nunca nos dejará”, como alegó Roxana González en su monólogo de despedida.

Fueron tres años que forjaron niños en adolescentes más fuerte. Así cree Anniliexis Reyna Pérez una de las alumnas destacadas de la unidad 2 de la Vocacional, que aspira a ser estomotóloga en su Vertientes natal. “En medio de mis estudios tuve un accidente donde perdí a mi madre y mientras me recuperaba recibí mucho apoyo de todos los profes. Lo que he vivido aquí es inolvidable”.

Virma Bermúdez Ricardo era una de las más emocionada. Su hijo Pedro, quien había nacido con catarata congénita y que luego de tres operaciones pudo ver, hoy subía las escaleras del anfiteatro como uno de los chicos más destacados. La emoción le cortaba las palabras a ambos y solo repetían: “gracias a los profesores”, “orgullo de esta escuela que lo educó con el mismo amor que la enseñanza especial”, “años maravillosos”, “felicidad”.

Entre emociones y tristezas hubo canciones nacidas entre esas aulas, bailes, llantos. Incluso mostraron lo grande que eran ya, dedicando unos minutos de la fiesta a repudiar la Ley Helms-Burton, porque ellos entienden y comprenden que afecta ese futuro por el que tanto estudian.

Y es que “esta generación va a ser parte importante en el desarrollo del país”, como alegara Anay Fernández Morales, alumna más integral, para quien este acto de graduación número 42 fue solo un cerrar algunas puertas para abrir nuevas metas.

A cargo de Evangelina Serrano Bracero, subdirectora docente, fueron las palabras de clausura donde los alentó ser personas de bien, a no olvidarlos nunca. Pero los muchachos querían también el consejo de Arturo Alfonso Rosales, el director, el padre de muchos y él les habló y los felicitó.

Pedro estudiará bioquímica, otros serán médicos, ingenieros; viajarán lejos algunos, habrá quien se quede bien cerca de casa, pero a la Vocacional nunca la olvidarán, se la quedarán en un rincón del corazón y siempre le dedicarán un gracias.