NUEVITAS, CAMAGÜEY.- A mediados de la década del ‘70 y a principios de los ‘80 del pasado siglo, la zona campesina de Camalote, considerada una porción agrícola por excelencia de la provincia, vivió un proceso de esplendor por el florecimiento de la economía y la ayuda impregnada al desarrollo por un proyecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Hubo un auge en el quehacer productivo, fruto de las inversiones, la construcción de embalses y de canales para conducir el agua a las plantaciones agrícolas y otras con la finalidad de transformar el deprimente panorama social, heredado por la Revolución de la Manatí Sugar Company. Sin embargo, sufrió un deterioro gradual durante el período especial que hizo colapsar lo avanzado e ir a la búsqueda de alternativas en las estructuras de producción, tras vencer, primero, la infestación de marabú.

 Fotos: Orlando Durán Hernández /AdelanteFotos: Orlando Durán Hernández /Adelante

CAMALOTE POR DENTRO

En reciente encuentro de representantes campesinos de esa zona con autoridades políticas y de la Agricultura en la provincia y del municipio de Nuevitas para evaluar los compromisos de siembra, contratación y los ratificados de entregas para evitar que estén lejos de las potencialidades de los suelos y áreas de cada productor, se conoció que de los 935 campesinos, agrupados en 11 bases productivas estatales y en Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS), aún hay 137 asociados que entregan poco o no tienen concretados sus planes, por un mal uso de la tierra o por no tener el ojo acucioso de las instancias que deben mantener un contacto periódico con la base.

Si cada campesino asegura dos hectáreas de cultivos, cuántas toneladas de productos podrían salir para el consumo de la población y cumplir el objeto social de las entregas al consejo popular, a Nuevitas y a la cabecera provincial.

Jorge Luis Tapia Fonseca, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba  y primer secretario en la provincia, comentó: “Aquí nos reunimos para que la gente siembre, mientras en otros lugares, fuera de Cuba, piden tierra para producir. No perdamos más tiempo, hay que virarse a preparar la tierra y ver lo que nos limita”.

Se impone sembrar en las condiciones que tenemos, usar materia orgánica y medios biológicos, extender la conciencia de productores a las comunidades pues como dijo una participante en el encuentro: “lo peor es que no queremos trabajar”. Se enfatizó en la necesidad de atender a los campesinos, resolver las cuestiones que limitan el consumo de agua en áreas de bajo nivel subterráneo y eliminar el desmoralizante impago a los productores, responsabilidad de las estructuras de la Empresa de Acopio.

EL POLO PRODUCTIVO LA AMELIA

Ernesto Cancino lleva la mitad de sus 42 años de edad de cara al campo. Sostiene que el secreto para producir “es trabajar, tener voluntad y amor por el campo”, fórmula que lo premia con resultados en la CCS Raúl Hernández Martínez, que preside, y de modo especial en su finca El Cativo.

Las plantaciones de 44 hectáreas de plátano macho, dos de burro, 16 de frutabomba y de otros cultivos como el boniato y la yuca se enclavan en el polo productivo La Amelia, donde comparten esfuerzos con los miembros de la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) Juanito Garcell, asentados en suelos que muchos codician. Es envidiable la limpieza de las tierras de Cancino: “¿Cómo? Con sacrificio y todos los días en la finca. No se puede vivir en la oficina. Los domingos hay que trabajar también”.

La “Raúl Hernández” no es la única que sobresale, en opinión de Osmani Rivero Sumeller, delegado de la Agricultura en el municipio de Nuevitas, quien consideró como paradigmas también a los integrantes de la “Niceto Pérez”, con altos niveles productivos en la siembra de plátanos y a la CCS Antonio Maceo, en los renglones agrícolas.

“Logramos buldocear estas áreas, que perdieron su valor de uso en los ‘90 y fueron entregadas a usufructuarios, al igual que en Las Flores. Llegamos a más de 636 hectáreas de plátano macho, 224 de frutabomba, casi cinco de boniato, sin descuidar la siembra de yuca”.

De paso hacia Las Flores, cerca del entronque de la carretera a la playa Santa Lucía y la entrada al poblado de Camalote, vive Ismeldo Vega Torres, un guajiro que ha transformado el entorno y buscó un nombre ideal para su finca: La Codiciada.

Aquello “era una bola de marabú hace tres años” y lo ha transformado con la ayuda de su esposa y un hijo, machete en mano y una chapeadora. El año pasado entregó tomate y frijoles; ahora la siembra mayor es de yuca, no descansa hasta verla lograda para combinarla con king grass y caña y asegurar la alimentación de la masa vacuna y la entrega de no menos de 10 000 a 12 000 litros de leche anuales.

VENTAJAS DEL INTERCALAMIENTO DE CULTIVOS

En Las Flores estimula ver cómo se avanza, sin que todo se haya logrado. El intercalamiento de coco con calabaza rinde sus frutos, al decir de Elvis Pérez Olivera, delegado de la Agricultura en Camagüey. La primera ventaja es aprovechar mejor el área, explotar más la superficie con menos recursos, en ocasiones el fertilizante que se riega en el cultivo principal lo asimila el secundario, y el primero lleva menos atenciones culturales.

En este polo cambia para bien se han recuperado los sistemas de riego, canales y compuertas, conectados con la presa La Atalaya, a través de un hidrorregulador con vasos comunicantes con el 100 % de las áreas.

Camagüey, junto a Holguín y Las Tunas, fue señalada por debajo de la media nacional en los per cápitas de entrega de productos agrícolas en el primer trimestre del 2019. El delegado de la Agricultura fue enfático: “El autoabastecimiento territorial tiene varias vertientes: los productores individuales, contratar el potencial productivo, los patios de la agricultura urbana y que la gente siembre sus áreas”.

Así llega la resurrección de los polos de Nuevitas, a fuerza de voluntad, dedicación y control de los que explotan la tierra y de los que, desde el sistema empresarial, tienen el deber de ir al campo, “tocar” el comportamiento de los planes, de manera que desde las bases productivas lleguen a las placitas cuanto fructifica en los surcos y no se “entreguen” solo a las carretillas, donde los precios se multiplican hasta tres veces en relación con la tarifa oficial.