CAMAGÜEY.- “Con 14 y 15 años estudiaba en este centro, y como ustedes, empecé a forjarme como hombre, pero fajado con la Policía, y con 17 años me fui a la Sierra Maestra”, rememora Felipe Avilés Cosío, quien llegó a formar parte de la columna de Fidel.

Felipe Avilés CosíoFelipe Avilés CosíoAsí, un grupo de combatientes compartía la historia de sus vidas, que es también la historia de la patria y de nuestro Camagüey, con estudiantes y profesores del preuniversitario Álvaro Morell.

“Esta escuela tiene historia. En toda la provincia, que antes abarcaba parte de Las Tunas y se extendía hasta Jatibonico, solo funcionaban para los estudios de segunda enseñanza (bachillerato) este centro, uno en Morón y otro en Ciego de Ávila, y nosotros éramos reconocidos en todo el país como revoltosos”, comenta Rafael Ollet Portel, para sus compañeros de entonces Pan Viejo y líder estudiantil.

“Pero también fuimos alegres, profundos en convicciones, en sentimientos patrios, lo que tuvimos la mala suerte de tener que enfrentarnos a medidas que se tomaban a favor de determinada clase social, continúa. Muchos alumnos se frustraron para matricular en la Universidad de La Habana porque había que pagar 100 pesos; y era una preocupación latente qué haríamos cuando nos graduáramos”.

Coincidieron los combatientes en que su juventud era muy parecida a la que tenían en frente, pero con diferentes inquietudes, pues no solo pensaban no solo en el estudio, sino en cambiar al régimen. Tanto se parecían que al preguntarle sobre su apodo responde:

“Es que como te digo, hacíamos las mismas cosas que los muchachos de ahora. Un día estábamos jugando quiquimbol en el patio de la escuela, ya yo había merendado, pero eran como las cinco y pico de la tarde y estaba muerto de hambre. Entonces les digo a Rafael Zaldívar y Tato González que estaban al lado mío: Oye, yo me comiera hasta un pedazo de pan viejo, y ahí se me quedó el apodo”.

-- ¿De cuántas cosas se cohibieron en su juventud por la lucha?

Eduardo H. Rivero Pozas.Eduardo H. Rivero Pozas.-- Cuando estás comprometido tienes que renunciar a algunas cosas , yo hubiera querido ir a fiestas, a un baile, pero éramos jóvenes como los de ahora, igual de “jodedores”, salta Rafael.

-- Sí, había a quien le gustaba ir a tomarse el traguito, o a jugar billar a la esquina…, agrega Felipe.

– Es que era tanto el fervor que ni siquiera pensabas en las cosas de las que te limitabas, no te dolía, concluyó Eduardo H. Rivero Pozas.