CAMAGÜEY.- Como símbolo idílico de bienestar, salud y esparcimiento se erigen las playas en el imaginario de la mayoría de los cubanos cuando evocan la representación del paraíso terrenal, pues esta isla ha sido bendecida con bellas costas y kilómetros de arenas finas que la delimitan en la inmensidad del mar Caribe.

Guardianes fieles de tierra adentro, los ecosistemas playeros protegen contra el impacto de los fuertes vientos a las comunidades o asentamientos cercanos a ellos, constituyen el hábitat de especies de la flora y la fauna, algunas en peligro de extinción, y representan un importante recurso económico para el desarrollo del turismo en Cuba.

Pero a la par de su belleza, las playas son organismos frágiles, expuestas por sus vulnerabilidades a eventos como la erosión costera, el aumento del nivel del mar y por tanto el retroceso de sus límites, y la contaminación ambiental, fenómenos que se han incrementado en los dos últimos siglos a consecuencia de la actividad humana.

En la provincia de Camagüey durante la última década se ha desarrollado una fuerte labor en el rescate y protección de las costas, con especial énfasis en Santa Lucía, el polo de sol y playa más popular del territorio, y en Cayo Cruz, donde se perfila un notable crecimiento de la industria hotelera hacia 2021.

Ambos enclaves, en el norte de la geografía local, se han beneficiado con un programa multisectorial de gestión ambiental de la zona costera, que liderado por el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente de Camagüey (CIMAC), exhibe como uno de sus logros fundamentales la rehabilitación de cerca de cuatro mil metros de frentes de playa.

También se han construido 968 metros de adecuados accesos encima de la duna, con plataformas que limitan el impacto humano sobre ese elemento tan importante para la vitalidad de las playas, se ha ejecutado el reacomodo de arenas, se eliminaron especies invasoras en varias hectáreas de la primera línea de playa, se demolieron edificaciones rígidas erigidas en la duna y se habilitaron estructuras ligeras para el uso público.

Además de la mitigación de la erosión costera, las acciones mencionadas han permitido la reestructuración de las dunas, la disminución de la compactación y contaminación del sustrato arenoso, la reducción de vulnerabilidades de las instalaciones ante eventos meteorológicos extremos, y el incremento de la resiliencia ecosistémica.

Otra prioridad del territorio para la protección de tales áreas es el manejo sostenible de los pastos marinos, por la relevancia de esos ecosistemas en la dinámica costera.

Aunque el mal llamado sargazo – son otras las especies de plantas marinas que habitan en esa zona- cause molestias a los bañistas en la playa camagüeyana más popular, los especialistas del CIMAC insisten en que el conocimiento sobre sus beneficios permitirá una mayor sensibilidad hacia su protección.

Esos pastos sustentan la vida de las especies marinas en sus etapas tempranas, las mismas que luego habitarán las crestas de los arrecifes que protegen la playa de un mayor impacto de las olas, sobre todo en fenómenos como huracanes, y por lo tanto contribuyen a frenar los procesos erosivos.

Es necesaria, además, una mayor labor educativa y de información hacia la población para superar la reticencia a convivir con la Thalassia (nombre científico de la mayoría de las plantas que habitan allí y son confundidas con el sargazo), pues su presencia favorece la vitalidad de las franjas arenosas, y la salvaguarda de las playas es fundamental para contrarrestar los efectos del cambio climático.

La Tarea Vida. Plan de Estado para el enfrentamiento a ese fenómeno en Cuba, aprobado por el Consejo de Ministros en abril de 2017, reconoce la importancia de las playas arenosas, a cuya protección, mantenimiento y recuperación integral dedicó la Tarea 3 dentro de las 11 que conforman el plan.

En Camagüey, de acuerdo con el último inventario provincial, existen 53 playas, y entre ellas Santa Lucía destaca con sus 19 kilómetros de arena fina, imagen paradisiaca que debe protegerse para que continúe como el sueño de bienestar y recreación natural más anhelado para la generaciones futuras.