CAMAGÜEY.- Cuando hace 20 años los alumnos del grupo tres de la Vocacional iluminaron por primera vez al Che, nunca imaginaron que el empeño para impresionar a sus homólogos villaclareños se convertiría en una de las tradiciones más esperadas cada año en el mes de octubre.

Todo comienza por la mañana cuando, sobre las imágenes moldeadas en la loma del anfiteatro del IPVC, un grupo de jóvenes rellena los espacios entre las piedras y deja todo listo para que al caer la tarde, los más ágiles, comiencen a encender el fuego que arderá gran parte de la noche en las líneas trazadas simulando a los héroes; y los acercarán con el calor del fuego, al calor del alma.

El proyecto, cuenta una de las muchachas de aquellos años, nació también por la vocación por la historia, la utilidad, la creatividad, “pero sobre todo gracias a los valores que esta escuela inculca a los estudiantes hace más de cuatro décadas”.

Aunque ahora la imagen del Guerrillero Heroico esté acompañada por Camilo y ya su espacio no sea la pequeña área verde frente al edificio del docente, la esencia de irradiar a todos con la luz que desprenden esos hombres no ha cambiado.

“Que las generaciones posteriores hayan hecho suya la iniciativa, que la hayan enriquecido sumando la imagen de otro indispensable en nuestra historia, evidencia su valor real, su continuidad y la impronta de estos dos héroes de todos los cubanos”, agregó Daicar Saladrigas, una de las fundadoras.

Al igual que en 1998 “la quema” del Che y Camilo implica el esfuerzo de muchos. Alumnos y profesores pasan días ideando cuál será la mejor forma de iniciar el fuego, de cantarles, de hacerles saber que el mejor de los homenajes no es solo iluminarlos sino crecer con su luz.