CAMAGÜEY.- El joven abogado Fidel había dado su palabra de despojar a los campesinos cubanos de la represión y la miseria si triunfaba la necesaria Revolución. Por eso cuando, exhaustos, los rebeldes subieron a la Sierra Maestra después de la larga travesía en el yate, hombres y mujeres del campo correspondieron a aquel juramento de justicia.

Tan solo dos años después del desembarco, el 21 de septiembre de 1958 en Soledad de Mayarí Arriba, se realizó el Primer Congreso Campesino en Armas, en el que se ubicó la necesidad de una Reforma Agraria, junto a las mejoras de las condiciones de vida en el campo, como primerísimas prioridades de la agenda del programa revolucionario.

Además, elaboraron una Declaración de Principios del movimiento campesino a favor del Ejército Rebelde, establecieron sus primeras estructuras organizativas y fueron elegidos los dirigentes de base, todo lo cual fue punto de partida para la fundación, después del triunfo, de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) en 1961.

Llegó entonces el enero victorioso de 1959. La Revolución les garantizó la tierra que trabajaban y el acompañamiento con las políticas agrarias que han guiado la nación.

Tan solo en Camagüey, hoy son poco más de 27 000 campesinos y cooperativistas, los cuales asumen la responsabilidad del 59 % de la producción de cultivos varios de la provincia y el 80 de la leche de vaca que acopia el territorio.

La gente humilde del campo en la actualidad supera los resultados de muchas empresas estatales y de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, las cuales disponen de la mayor parte de las tierras cultivables.

¿Quién duda de su importancia?, si en la Cuba actual constituyen una fuerza vital para el definitivo despegue del sector agropecuario y para el crecimiento económico del país.