Aquella calva con pocas, muy pocas hebras blancas, se detiene a pensar, trata de recordar la historia de la semana anterior, pero fracasa en su intento; al parecer la memoria ya no es tan buena. Sin perder un instante pregunta a su nieta: "¿Por dónde andaba nuestro personaje?"; forma sutil de incitar la inteligencia de otros y salir airoso de semejante complicación provocada por los años.

El pie forzado allí estaba. El Conejo Dientón y su amiga Dariena Piti-Pon regresaron de un largo viaje por el cosmos, de conocer Marte y visitar la Luna. Cuentos infantiles no recogidos en libros ni en el acerbo popular, sino obra de un abuelo como pocos, narran las aventuras y experiencias de un animalito imaginario y una niña con pizcas de realidad.

En cada recorrido no faltan las enseñanzas. La nieta, siempre con una mirada absorta y sus cinco sentidos puestos en la historia, ha descubierto que a través del sol se puede conocer la hora; que el caminar y observar detenidamente las plantas permite conocer la naturaleza; que desde pequeño se debe organizar el tiempo; que en cuestiones de estudio no basta con atender a clases y escuchar al maestro; que el respeto a los adultos y el amor a la familia son virtudes para no abandonar nunca.

De vez en cuando la niña, atrapada por completo en los cuentos, intenta agregar algún detalle a la narración y olvida que no es ella quien cuenta la historia. El abuelo sonríe feliz como si ejerciera, desde el hogar, el mejor de los magisterios.

El cuento de hoy es un poco extraño; Dariena Piti-Pon no se ha portado bien esta semana, su mamá la ha regañado por querer jugar y no hacer las tareas. Su amigo el Conejo Dientón le ha mostrado que en la vida todos, hasta los más pequeños, tienen sus cometidos.

La niña mira a su abuelo con el ceño fruncido, como quien escucha algo que no le agrada y sin perder un instante pregunta un poco irritada: "Abuelo, ¿por qué Dariena Piti-Pon se parece tanto a mí?". Muy serio responde el anciano: "Debe ser una casualidad, los chiquillos de hoy en día se parecen mucho; recuerda que yo no invento este cuento". Al parecer ambas niñas comparten mucho más que nombres parecidos.

Si la edad y la madurez lo permiten, dentro de unos años, cuando la niñez haya quedado atrás, el abuelo deberá ingeniárselas para contar nuevas y modernas historias. El Conejo Dientón y Dariena Piti-Pon perseguirán cualquier pista como puros reguetoneros, ella con un novio que solo habla de fútbol, él con sus orejas a tono con el peinado del bistec, y si es posible ambos llevarán, todo el tiempo, sus celulares a cuesta.

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