CAMAGÜEY.- Cada época tiene sus modos y su moda de vestir. Y a pesar de que hoy nos parezca absurdo, en su tiempo fue una cosa muy seria, sujeta incluso a regulaciones que, de violarse, podían concluir ante los tribunales o, dado el caso, a los "fuegos artificiales" de la inquisición.

No vamos a narrar historias ciertas de siglos anteriores, sino de lo contemporáneo, de primicias del 1900 en el conjunto de las prerrogativas del Ayuntamiento de nuestra ciudad.

Por esos tiempos, tenía el alcalde la facultad de normar las formas de vestir de los vecinos de la ciudad y, debemos confesar, Camagüey fue de lo mas rancio y conservador que puede imaginarse. Así que con estos antecedentes que ya desde la colonia padecíamos, el Ayuntamiento trazó patrones a seguir "a pie juntillas".

El 9 de octubre de 1905 el Teniente Alcalde Primero, Don Antonio de Moya, notificó al cabildo lugareño de un oficio expedido por el gobernador provincial a fin de aprobar una ley que prohibía el tránsito por las calles de la ciudad a individuos con camisetas o camisas de mangas cortas.

Tampoco las damas podían deambular con faldas por encima de los tobillos o vestidos de mangas cortas.

Por supuesto que la policía fue instruida al respecto y luego pasó a dar unos cuantos bastonazos a jóvenes díscolos, gente insurrecta, hippies de la época, que fueron en especial estudiantes atrevidos a ir en contra de la moral y las buenas costumbres.

En la Plaza del Gallo, por ejemplo un grupo, puesto de acuerdo, se quedó allí en camisas de mangas cortas, por lo que la policía cargó contra ellos y se originó una  batalla que terminó con algunos en el Hospital Civil y otros en la estación de la policía. Como se aprecia, las camisitas de sport  tienen sus mártires en nuestra ciudad.

El 23 de agosto de ese año, el Gobernador, que debió haber tenido mala sangre para esas cosas, adicionó a sus regulaciones una cláusula que prohibía totalmente a los dependientes de las tiendas del comercio permanecer en los establecimientos en mangas de camisa o presentarse de ese modo ante los clientes. Añadía la norma que debajo de sus prendas, los hombres desde los 14 años, debían llevar camisetas de mangas, de las conocidas como filipinas.

Imagínese usted en pleno verano a un caballero vestido de traje oscuro, con camisa de mangas, chaleco, corbata y bombín y a la dama entrevuelta en zayas y falda hasta el cuello, con ropa interior de una solla pieza y sobre todo eso un chal o una mantilla. Los tabardillos, las alferecías y los ataques a causa del calor debieron estar a la orden del día. No por gusto cuando pasaba una epidemia se enterraba a cientos.

Un año después, el 12 de diciembre de 1909, aquella disposición del Gobernador fue felizmente derogada. Sí se mantuvo la orden de que solo se podía transitar por las calles con camisas cuyas mangas estuvieron por debajo de los codos; pero -y en eso se fue determinante- se prohibía totalmente el uso de la camiseta en la vía pública, incluyendo en ese concepto el portal de las viviendas.

Lo de las camisetas fue un asunto más delicado, pues esa prenda, entonces solo masculina, era uso casi exclusivo de los trabajadores de los mercados de abastos, los almacenes y los muelles, así que cuando la fresca prenda comenzó a extenderse fue prohibida.Hubo protestas y conatos de huelgas ya que, como es de suponer, resulta difícil mover estibas de sacos o trasegar racimos de plátanos con chalecos y camisas de mangas.

Con el tiempo, las aguas tomaron su nivel y llegamos a los días como hoy, donde en la calle usted puede ver de todo aquello y aun mucho más.