CAMAGÜEY.- Imaginen ustedes el impacto de aquella noticia cuando el 2 de febrero de 1910 la prensa anunció que un cometa se había lanzado sobre la Tierra con pronósticos del fin del mundo.

Sucedía que en el ámbito internacional, y por supuesto sin base científica alguna, y mucho menos sin confirmar, el acostumbrado sensacionalismo de la prensa yanqui destapó sin más el pánico sobre gran parte de la humanidad a partir de elucubraciones de pseudos-científicos, fanáticos y oportunistas.

En Cuba periódicos y revistas repitieron a coro que aquello podría significar el fin del mundo.

Por supuesto y por el aquello de que en río revuelto ganancia extras, comenzaron a sumarse la venta determinados productos anunciados para combatir el mal, entre ellos oraciones, resguardos, talismanes y amuletos de diferentes tipos, santos protectores que podrían al menos garantizarnos un pase de preferencia para las gradas del más allá. También aparecieron miríadas de profetas, astrólogos, chamanes, espiritistas y adivinadores suponiendo al viajero del espacio enviado especial de los dioses para el castigo mortal de los pecadores y la vindicación de los buenos. Por esa época hubo raptos, pactos suicidas y matrimonios apresurados. Así andaban las cosas.

En Camagüey la prensa local, copiando cables extranjeros y redactando otros de su propia cosecha, no dejó de notificar sobre esta o aquella tragedia vinculándola al paso del meteoro, por lo que epidemias, crisis, guerras, desfalcos, enredos  políticos, desempleo, tarros pegados y accidentes, cosas de las que siempre abundan, debían echarse a la cuenta del celeste viajero.

A pesar de los anuncios del fin del mundo hubo gente descreída y comerciantes que se las ingeniaron para, mientras el hacha va y viene, arrimar la sardina a su ascua. Así que salieron a la venta sombrillas anti cometas, espejuelos oscuros para ver destellos y explosiones, sombreros de protección y hasta cascos de corcho a lo Halley para estar a la moda americana, decían.

Como se suponía además que la proximidad del cometa produciría alteraciones letales en cables y motores eléctricos, lo mejor era alejarse y salir al campo, por lo que la empresa de tranvías de Camagüey organizo excursiones para viajar desde la Plaza de La Merced al reparto La Zambrana, entonces en las afuera de la ciudad, para que desde El Anón, un hermoso kiosco a orillas del río Hatibonico, especializado en la ventas de refresco de esa fruta, se podría disfrutar de lo mejor de la ardiente caballera del enviado de la muerte. (Este lugar es hoy la rotonda donde coinciden la avenida Camagüey y la prolongación de la calle San Esteban.)

Los viajes se organizaban a partir de las seis de la tarde al precio de diez centavos, distribuyendo a bordo oraciones gratis entre los pasajeros. En El Anón se organizó una verbena con ventas de helados, comidas criollas y música a fin de contemplar en alegre jolgorio la llegada del enviado celestial.

Pero sucedió que entonces el Halley, trazando sus propias leyes siguió de largo y lejos de la tierra, dejando en descrédito a no pocos y a otros muchos otros especuladores de la ignorancia ajena.

Un periódico de la ciudad dijo, “¡Bueno, de esta nos salvamos, pero dentro de 76 años el Halley va a regresar!”. Y por cierto, puntual el cometa regresó y como siempre siguió su camino. Lo volveremos a ver en el 2062. No se lo pierda.

Imagen del paso del famoso cometa Halley cuando paso cerca de la Tierra en 1910. Foto:Tomada de http://elcomercio.peImagen del paso del famoso cometa Halley cuando paso cerca de la Tierra en 1910. Foto:Tomada de http://elcomercio.pe