CAMAGÜEY.- Don Antonio fue uno de los actores más extraordinarios del teatro español, y aunque comenzó su carrera como cómico, pronto comenzó a desempeñar papeles dramáticos como galán joven en los escenarios de Madrid, y llegó a ser ídolo indiscutible del público de finales del siglo XIX.

Para Vico tenía poco valor la palabra; su fuerza estaba en la mímica, en el gesto, en los silencios, en los mutis, en las transiciones; era esencialmente efectista, y sin embargo, nunca preparaba los estrenos; estudiaba la psicología del personaje y era partidario de la improvisación. Su voz entrecortada, ronca y asmática, le convertía en un actor de fuerza explosiva, en la que la palabra quedaba relegada a un segundo plano. El público esperaba siempre un arranque interpretativo al que llamaban "el momento de Vico" que, según decían, hacía olvidar errores y descuidos que en otros actores hubiesen sido imperdonables.

Este actor jerezano fundó el Teatro Español y fue muy alabado por Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales. Escribieron para él obras los primeros autores de su tiempo y obtuvo grandes éxitos obras como Los amantes de Teruel, En el puño de la espada, La muerte en los labios, Cid Rodrigo de Vivar, La Pasionaria y Otelo.

Escribió una célebre autobiografía que contiene numerosas anécdotas sobre la vida teatral de su tiempo: Mis memorias: cuarenta años de cómico (1902).

En 1902, Vico realizó su ultima actuación en Cuba, presentándose con su compañía de magníficos artistas en la capital del país y en el teatro Principal, de la ciudad de Camagüey, con singular éxito. Luego de un par de semanas de actuaciones se dirigieron hacia el puerto de Gibara donde embarcaron rumbo a La Habana en el vapor Julia.

El azar hizo que el artista coincidiera en su viaje con el Mayor General Máximo Gómez, quien en compañía de su hijo Bernardo regresaba de un viaje realizado a la República Dominicana.

Durante la travesía, y estando la nave el 4 de marzo a la altura de las costas camagüeyanas, Vico repentinamente murió llenando de consternación a todos. Ante aquellas circunstancias, y como era habitual en casos como estos, el capitán de la nave ordenó que luego de las honras fúnebres de rigor, su cadáver fuera arrojado al mar.

Fue entonces cuando la primera actriz de la compañía, Luisa Martínez Casado, se acercó al Generalísimo para buscar la forma de que el cadáver de aquella gloria del teatro español no se perdiera. Gómez intercedió con el capitán de la nave, quien mandó a rectificar el rumbo colocando proa hacia el puerto más cercano, que resultó ser el de Nuevitas.

En esa población Vico fue tendido en el local del Casino Español y acompañado luego hasta el cementerio nuevitero por los alumnos de las escuelas públicas y numerosa población.

Varios años estuvo Don Vico en tierra cubana, hasta que por gestiones del también célebre actor español Fernando Díaz de Mendoza, sus restos fueron trasladados al cementerio de San Justo, Madrid, lugar donde desde entonces se encuentran.