CAMAGÜEY.- Jacques de Sores, El Olonés y hasta Barba Negra parecerían niños de cuna si nos atenemos a las historias reales o no que sobre Henry Morgan se han escrito, porque aparte de ser en una sola pieza hacendado, corsario, pirata, contrabandista, esclavista, político, cuatrero, teniente gobernador de Jamaica y caballero de la corona inglesa, todo indica que fue más malandrín de lo que dicen.

De todas formas, Morgan debió ser algo introvertido pues cuando acometía una empresa no era de los que pasaba personalmente a cuchillo a sus prisioneros ni incendiaba las ciudades que arrasaba, ya que siempre tenía a mano a otros para hacer esta tarea, aunque ya se sabe que siempre existen aquellos que pasan la vida hablando mal de los demás.

Nació en el seno de una rica familia granjera en Gales, Inglaterra, en 1635 y murió plácidamente en Jamaica en 1688 sin muchos cargos de conciencia como es dable suceder en estos casos. Dicen que al llegar a la isla Tortuga la noticia de su fallecimiento la domingada que dieron los hermanos de la costa duró una semana, no porque particularmente se alegraran de su muerte ni porque este alguna vez les hubiera traicionado o hasta perseguido y ahorcado algunas decenas de ellos cuando quería hacerse notar como gobernador de Jamaica, sino porque sus socios de correrías tenían buena memoria.

Debemos de reconocer que si bien Morgan no se destacó en sus 55 años de vida por asaltos filibusteros a galeones españoles, franceses y de cualquier país, incluyendo al suyo de vez en cuando, si tuvo sonados éxitos por victoriosas campañas en tierra firme. Allí tienen, por ejemplo, sus ataques a Porto Velo, Campeche, Panamá, y nuestra ilustre Santa María del Puerto del Príncipe, que por entonces estaba muy entretenida con el aquello de que apenas hacía cuatro años que habíamos recibido la autorización del rey español para que se nos diera el tratamiento de Don, algo así como un título nobiliario de ínfima categoría, pero para aquella fecha la pasábamos con harta contentura y orgullo.

La villa había alcanzado fama, honores y riquezas, atractivos más que suficientes para la cuadrilla de bandidos que poblaban el Caribe, Morgan entre ellos entendió que si Puerto Príncipe, en desarrollo y por estar tierra adentro creía haberse librado del azote de corsarios y piratas, podría ser vulnerable para la sorpresa.

Así que ni corto ni perezoso reunió en su feudo de Jamaica a una tropa de 600 desalmados ingleses y franceses, y a bordo de doce naves llegaron hasta el estero de Santa María, próximo al actual Vertientes, por donde desembarcaron irrespetuosamente el jueves 28 de marzo de 1668 en plenas misas y procesiones de la Semana Santa.

Acostumbrados a guerrear los invasores marcharon a paso vivo cubriendo en un día la distancia hasta la villa de Puerto Príncipe, rompiendo al amanecer del siguiente día la resistencia que en la sabana del Padre Porro, aproximadamente por donde hoy se encuentra el reparto Nadales, le opusieron a orillas del Tínima unos 400 desorganizados y mal armados vecinos de la villa que fueron fácilmente batidos por los asaltantes, apoderándose de la villa, no sin antes tener que combatir en las calles de la población. Sometida finalmente a saqueo y cometidas las tropelías de rigor como es dable hacer a piratas profesionales y que no es necesario detallar, incendiaron la villa luego de haberse llevado, dicen los cronistas, hasta los clavos de las puertas, más de 50 000 pesos en oro y plata, así como los ornamentos de las iglesias, incluyendo campanas, cañones, cargas de harina, maíz, queso, tabaco y 500 reses saladas que debieron acarrear hasta la costa los vecinos prisioneros, retirándose finalmente los asaltantes hacia sus naves el domingo primero de abril.

Tres siglos y medio después de aquel episodio, Camagüey, recuperada en el tiempo apenas si tiene memoria del capitán Morgan, a no ser dulzonas imágenes de piratas y corsarios que nos han dejado novelas y películas de aventuras y chistes como este: “y entonces en medio de la lucha, cuando el capitán pirata ordenó a su tripulación ¡Abordar!, el barco enemigo quedó de lo más bonito”.