LA HABANA.- Para muchos cubanos, el Viernes Santo tiene más que ver con el descanso retribuido por feriado laboral, que con la esencia religiosa para justificar la fecha en la cual millones de católicos conmemoran la muerte y resurrección de Jesucristo.

"Mi abuela me contaba que antes, en Viernes Santo no se barrían las casas, ni se comía carne, ni se bebía alcohol, pero ahora la gente no está para eso y busca aprovechar el feriado para descansar", comentó Juana Portales, una habanera de unos 50 años que salía de un mercado.

Así transcurre en la Cuba de hoy esta conmemoración religiosa que, por más de 40 años no estuvo entre las fechas reconocidas por el Estado cubano y desde el 2013, luego del encuentro entre el entonces sumo pontífice de la Iglesia católica, Benedicto XVI, y el presidente cubano, Raúl Castro, se acordó declarar los viernes de Semana Santa como día feriado nacional.

"El hecho de que las autoridades cubanas hayan acogido la petición hecha por el santo padre (Benedicto XVI) al presidente (cubano) Raúl Castro, declarando el Viernes Santo día festivo es ciertamente una señal muy positiva", señaló en esa oportunidad el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi.

Cinco años antes -en 1998- y como resultado de la visita a Cuba del papa Juan Pablo II- se recuperó el feriado del 25 de diciembre, durante las festividades navideñas.

Cuba es un país laico y sus ciudadanos profesan diferentes religiones, bajo la protección de las leyes nacionales. El espectro es amplio y en la isla se entremezclan católicos, cristianos, musulmanes, mahometanos, budistas y seguidores de diferentes creencias de origen africano, sean congas, lucumíes o yorubas.

No es difícil ver que en un automóvil encuentres una imagen en plástico o madera de una virgen católica y rodeándola collares multicolores que identifican a Changó, Elegguá, Obatalá o cualquier otro orisha africano.

Así es la mixtura religiosa del cubano que, como reza el estribillo de una canción popular: "Hay gente que te dice que no creen en nada y van a consultarse por la madrugá".

Largos años de crisis entre la Iglesia católica y el Estado cubano, como resultado de las presiones de Estados Unidos para derrocar a la Revolución y el compromiso de  círculos de poder político y financieros con altas figuras del clero, provocaron una distancia y un deterioro en la fe popular, inmersa en un proceso de radicalización revolucionaria para preservar la soberanía e independencia del país.

Con los años se alcanzó un grado de convivencia tal que actualmente los templos se mantienen abiertos, no existen restricciones para el ejercicio religioso y muchas de las iglesias y denominaciones presentes en la isla participan activamente de la vida política y social.

Lo que si se perdió, nadie sabe cómo ni cuándo, fue el fervor de antaño por las conmemoraciones, que, en la mayoría de los casos, solo sirven para festejar cualquier suceso menos el acontecimiento religioso que se venera en ese momento.

En Viernes Santo en Cuba es probable que no escuches villancicos ni cánticos religiosos, porque muchos preferirán las armonías del reguettón o de orquestas salseras, y en la mesa encontrarás masas de cerdo frita, arroz, frijoles y cervezas, en vez del tradicional pescado y pan.

En esos casos, siempre recuerdo las palabras de mi abuela: "que Dios los coja confesados".