CAMAGÜEY.- Desde marzo del 2016 los réferis no tienen sueños dulces cuando llega la noche. Desde ese "marzo maldito", los señores de la FIFA y los miles de medios de prensa que hacen del fútbol su negocio apoyaron una campaña para introducir tecnología de última generación a un viejo deporte de multitudes. ¡Hay que impartir verdadera justicia! decía Infantino!; ¡A ver si Cristiano se va a tirar un piscinazo ahora! gritaba mi vecino. Las computadoras podrán determinar goles fantasmas, penaltis, infracciones dudosas y hasta podrán amonestar con justicia.
Ahora los imparciales andan temerosos por el césped, les tiembla la mano para llevarse el silbato a la boca, los linieres no saben qué hacer con sus banderitas ante la mirada inquisidora de decenas de cámaras, millones de personas. En cinco años las principales ligas de fútbol en el mundo tendrán cámaras y robots impartiendo justicia, muchos le llaman "apoyo" al trabajo arbitral.
Quizá en 20 años se nos ocurra incorporar cámaras y robots en "apoyo" a los jugadores, porque no es justo que Messi deje detrás a seis defensores y el remate se vaya cinco centímetros afuera por culpa de su mundana zurda. Se trata de desterrar las imperfecciones, así Higuaín, Mario Gómez, Rooney, Inmobile y compañía no se comerán tantos goles; Ramos, Piqué, Pepe y Medel no harán tantas faltas en el área; y a Marcelo no se le olvidará tumbar a Roberto en la última jugada del partido.
¿A nadie se le ha ocurrido que los errores —esos que las máquinas no cometerán— son parte de la mística del fútbol. ¡Los deportes es cosa de hombres y mujeres! Qué aburrido sería contar la historia de los mundiales sin hablar del regalo a domicilio que le hicieran a Inglaterra en 1966, la Mano de Dios en el Argentina-Inglaterra en 1986 o la protección a Korea en el 2002 ante Italia, España y Alemania.
¿A quién le gritarán las torcidas en el estadio, a quiénes odiarán los hinchas, de quiénes hablarán los diarios en sus crónicas? Le quitarán los tecnócratas dueños del fútbol otro condimento al juego, otra luz al espectáculo. Muchos aplaudirán hoy a la International Footbal Association Board y se arrepentirán mañana de elegir a Ojo de Halcón y al VAR Sistem para hacer perfectos a Kassai y Cakir.
Pero al verdadero fútbol, ese que nace todos los días en las polvorientas canchas de barrio; en las academias de municipios; en los jardines donde dos niños hacen de su vida un reto por "la redonda"; nadie le pondrá un drom aguafiestas.