CAMAGÜEY.- ¡Estupendo!..., exclamó a viva voz la mujer cuando vio a la joven pareja tomar la acera, con el brazo de él en el hombro de la muchacha, ubicada en una posición especial, en la parte de adentro que delimita la calle del pavimento.

El pedido de detener la marcha fue ocasional, pero muy instructivo.

“¿Saben por que me sorprende? Una sola razón me mueve a ello, la bonita postura de ambos, una tradición tan antigua como la presencia de los tinajones o las monumentales iglesias”, dijo la señora.

Las épocas difieren. Antes los hombres andaban con trajes, lacitos o con corbatas asida al cuello, mientras las mujeres con vestidos largos para ocultar las piernas y los tobillos.

El hecho de que hoy los atuendos sean otros, en una época en que el calor fatiga, no impide consumar ese gesto caballeroso, distintivo para el andar en cualquier sitio de la urbe.

Qué mujer no responde con una sonrisa o una expresión de gracias cuando el hombre le cede el paso al subir al ómnibus, le brinda un asiento, detiene su marcha y deja que pase; estos y otros muchos gestos las féminas agradecen, aunque algunas modernas “damas” expresen, sin sentido: ¡Que cheo! Eso no se usa. Es de la época de ñaña seré.

Esos son pasajes de antaño, de excelsa cultura que debe traerse al presente y hacerlo sobrevivir eternamente en el futuro.

Hágalo sin complejo de inferioridad, practique ese hermoso acto, tradición que más bien vale la pena tomarla que dejarla.