Camagüey.- Las fotos de antaño no le hacen justicia. Era un flaco prieto y peludo que si se compara con su imagen actual cualquiera diría que las etapas de la evolución del hombre pasaron por él en solo 40 y tantos años.

Mami lo describe sonámbulo, con un par de biberones en las manos cuando el chillido desorientado de mi hermano o mío lo despertaba. Sí, porque después de operada su varicoceles casi no la deja cumplir la cuarentena del primer parto, para encargar a Kendrito.

Un día se le metió en la cabeza hacer las pruebas de ingreso. Y entonces me tocó remover las telarañas de su cerebro cuarentón. Fueron noches y tardes tremendas, pero él seguía ahí, siempre dispuesto a rehacer el ejercicio una y otra vez. Yo estaba tan atormentada explicándole logaritmos y potencias que olvidé felicitarlo la madrugada en que nos agarró su cumpleaños.

Al final, fue a segunda vuelta; sin embargo, obtuvo su Ingeniería en Informática.

Creo que la perseverancia no la pude heredar de nadie más que de él. De ese que cuando no llegó a la provincia la carrera de mis sueños me dijo con la tranquilidad de quien ha vivido mucho: cálmate, vamos a ver qué hacemos, y mandó un correo a la Mesa Redonda que surtió el efecto esperado.

En los tiempos de la adolescencia discutí con él. Él, que pocas veces pelea con frecuencia suele reírse de las travesuras de mi hermano y de las mías.

Recuerdo cuando abuela lo llamó para darle las quejas de que Kendry copiaba todas las asignaturas en una sola libreta y su caligrafía eran garabatos ilegibles. Mi papá le confesó riendo que en eso se parecía a él, aunque el día de la discusión no fue así de flexible.

Me río de su refunfuñar inútil, en el momento de darme el dinero semanal mientras alega en broma que lo vamos a llevar a la ruina.

Sé de sus desvelos en los días festivos porque me telefonea a las tres de la mañana a ver si he vuelto sana y salva de mis parrandas.

Hoy desperté envuelta en un sudor frío. Tuve un sueño tan real con su muerte. Y la clarividencia de que el sueño me encontrará tarde o temprano, me hizo caer en la cuenta de las escasas veces en que le he dicho te quiero.