No hay antagonismo generacional en la incesante trayectoria de una revolución: ¿el pionero bisnieto cumple más años que el joven de la casa y su comité de base ujotacé?... porque el niño mártir Paquito González y las cenizas del joven Mella dejaron su impronta y germinan en suelo universal.

Siempre hay un antes y habrá un después, surgirán contradicciones interpretativas, pero nadie puede negar que la juventud en cada tiempo teje sus anhelos con sus propias vidas, impregnadas de hirviente sangre y sosegadas ideas de aquellos que desbrozaron obstáculos inverosímiles con igual ímpetu.

Jóvenes fueron Bolívar y Martí, Fidel y Chávez, quienes en épocas distintas actuaron y aún tienen mucho que enseñar y hacer más allá del Río Bravo y la Patagonia, o el inmenso Amazonas que hermana con aguas renovadas el sur para que el fuego de las guerras nunca prospere en esta zona de paz donde los juegos infantiles peligran, y solo la unidad evitará que “la América se llene de miseria en nombre de la libertad”.

Abril es mes de victorias dentro y extra fronteras: habrá Cumbre y nada borrascosa, porque allí prevalecerá la palabra joven de hoy y de ayer en el verbo aglutinador de Martí, cuya pluma sumará firmas para silenciar las armas del pretexto colonial contra Venezuela, mientras las urnas cubanas se llenarán de fresca continuidad democrática —autóctona— y, sin irrespetar un ápice el principio de las diferencias recíprocas en las conversaciones entre esta diminuta Isla y el imperio mundial, los cubanos defenderán el porvenir de niños, adolescentes, de la juventud y de las generaciones de antaño causantes de la alegría, la seguridad y la felicidad que se abre en flor cada amanecer de nuestros días.

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