Tu vista agotada a veces no me reconoce y tengo que hablarte fuerte cuando tus tercos oídos no quieren escuchar. Ya aprendí que no puedo responderte con gestos que en ocasiones no distingues, que debo articular palabras claras y no muy lejos. Es como si tuviera que devolverte los momentos en que de niña decías una y otra vez los mismos vocablos para que ejercitara bien su pronunciación.

Aunque me conoces como nadie y con solo escucharme sabes si estoy enferma o disgustada, parece que todavía no estás segura de cuánto he crecido y he aprendido a ser responsable, en gran medida gracias a tu educación, y me incomoda un poco cuando preguntas por todo: "¿Hoy vas al trabajo?, ¿qué te pasa?, ¿ya pagaste el teléfono?", e intentas convencerme de ser buena en lo que hago, puntual, participativa... No te das cuenta de que tanta preocupación no es necesaria porque te encargaste de formarme así desde pequeña. Sin embargo, sé que lo haces por mi bien, como todo, y que en términos de formación una no se puede cansar de decir lo mismo. Y cuando intentas que no me equivoque y cometa los mismos errores que tú, recuerda que "nadie escarmienta por cabeza ajena", y los golpes me hacen fuerte.

Contigo aprendí la palabra "exquisita" para celebrar la comida, a lavarme las manos apenas llego de la calle, a tener mi vaso propio, a que el dueño de la casa nunca deja la llave, a ser sata pero darme a respetar por los hombres, a admirar lo bello de la naturaleza: la lluvia cayendo, la puesta del sol. Y hasta parece que heredé los vestigios de la escritora que te hubiera gustado ser, siempre tan exigente con el Español y explicándome de memoria las reglas ortográficas.

Tú ejercitas bastante la mente, como para que no te ataque el Alzheimer, pero si un día te fallara también, no importa cuántas veces tenga que repetirte las mismas cosas, servirte de guía o "lazarillo" (como me llamabas cuando me fui a vivir contigo para que notaras menos la ausencia del abuelo), vigilarte para que no te escapes, bañarte, perfumarte (que bien encomendado me lo tienes, porque eres muy presumida), darte la comida... dedicarme totalmente a ti. Ya estoy acumulando paciencia y aprendiendo otros oficios que me permitan, si fuera necesario, atenderte y mantener la casa, combinación compleja en estos tiempos; aunque no estamos solas, están mami y tía, y otros muchos que te quieren. Amor y atenciones nunca te van a faltar.

Yo soy tu niña, la única hembra entre cuatro nietos, ahora tú eres la mía. Es imposible comer un chocolate sin pensar en ti, no guardarte caramelos o galleticas de las que me regalan y hasta tengo que sacarte a pasear, porque no me gusta que andes sola por la calle.

Los años no pasan por gusto. Las huellas del tiempo se notan en tu piel y tu actuar cotidiano, pero es una suerte tenerte y saber que cada día te propones nuevas metas: "Tengo que durar hasta que tú te gradúes", creo que por ahí empezaste, y cada vez se alargan más porque ahora esperas por la de mi hermano, a que nos casemos, tengamos hijos... y eso nos llena de alegría.

Hoy cumples 81 y sigues siendo el horcón de la familia. Tienes la fuerza y el espíritu que nadie imagina pues en lugar de apoyar a mi mamá, casi es ella quien te ayuda a ti, que no te jubilaste para ver la tele y buscar mandados, no en vano te decimos "la superabuela".

Sigue siendo por muchos más una viejita alegre, comprensiva, romántica, cariñosa. Gracias por no llenarte de resabios y comprender nuestra juventud, por cambiar con los tiempos y no aferrarte a los pensamientos conservadores de tu época, por hacernos hombres y mujeres de bien. Feliz cumple, te amo.

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