CAMAGÜEY.- Una noche de diciembre de 1975, cuando se desarrollaba en La Habana el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, había que ir al aeropuerto Ignacio Agramonte a recoger unas fotos que se mandaban por avión de una de las sesiones de la reunión para publicarlas en la edición del día siguiente del periódico Adelante, de Camagüey.

Por entonces yo tenía el rimbombante cargo de Jefe de Cierre, una especie de enlace entre el director y el taller de composición de la imprenta, y me ocupaba también de la revisión de materiales en pruebas de plana y de velar por agilizar el completamiento de la publicación en las noches, y como tal debía estar al tanto de las mencionadas fotos.

Méndez (no recuerdo su nombre), un hombre bajito y que parecía andaba permanentemente en cámara lenta, era el chofer de un 4x4 GAZ soviético con techo inventado con planchas de zinc y que llamábamos “Coppelia”. Él debía ir al aeropuerto y traer las fotos, pero resulta que la noche avanzaba, el avión de la capital había llegado y Méndez… perdido desde las siete de la tarde.

Armando Boudet, director de Adelante entonces —una de las tres veces que lo fue— me preguntaba a cada rato por Méndez y yo siempre le daba la misma respuesta: “Nada”.

El cierre del periódico se complicaba y cerca de la medianoche Boudet decidió no esperar más por las fotos y poner en el espacio destinado a las gráficas otros materiales de texto del propio Congreso.

Poco después sentí que el “Coppelia” transitaba por la calle Goyo Benítez (Príncipe), donde estaba Adelante. Me asomé al balcón y le dije a Méndez que subiera, que Boudet quería hablarle.

Aquello no me la podía perder. Entré a la dirección con Oriel Trujillo, segundo del periódico en aquella época, nos sentamos en un sofá y le dije a Boudet que ya venía Méndez.

El hombrecito entró con una pachorra que nadie más podía tener y parado frente al buró donde estaba Boudet, con los pulgares en los bolsillos del pantalón, preguntó:

¿Usted me quiere ver?

Boudet, con un aplomo que solo él tenía —y tiene—, le contestó con otra pregunta:

Méndez, ¿qué pasó que no sabíamos nada de ti?, ¿dónde tú estabas?

Más tranquilo que “estatequieto”, el hombrín respondió:

Ná, que cuando crucé la línea del tren, el yipi hizo ¡pam! y se apagó.

Boudet perdió su aplomo y dando un manotazo en la mesa al tiempo que se ponía en pie, exclamó:

Hizo ¡pam!, ¿no? ¡¿Y cuándo va a hacer galleta!?

Oriel y yo no pudimos aguantarnos y salimos a la carrera por una puerta lateral porque no queríamos soltar la carcajada en aquel escenario a pesar de lo poco risible de la situación, pero cuando cerrábamos la puerta alcanzamos a oír a Boudet decir algo en medio de una sonrisa que ni él pudo evitar.