CAMAGÜEY.- Desde hace mucho tiempo, este escribidor (sustantivo empleado por Ciro Bianchi), ha pensado en una crónica en torno a ciertas interioridades de la redacción de Adelante, de la que formé parte por más de dos décadas desde inicios de los ‘70. Siempre he defendido en cualquier espacio oportuno que el colectivo era una escuela de responsabilidad y ética.

Sin embargo, con una mayoría de representación joven que dedicaba hasta diez o doce horas para que el diario saliera de la rotativa cada madrugada, se reservaban reiterados momentos para las bromas que animaban el quehacer. No creo que haya uno que tire la primera piedra.

El autor de estas líneas tuvo su bautismo de las bromas el primer día que llegó a la redacción, entonces en la calle Príncipe. Había dos personajes: Juan Luis Serpa y Roberto Funes, que cuando se perdían causaban preocupación, porque algo estaban tramando.

Por las noches eran reiteradas las meriendas con “piquininis”, pero si se iba la corriente se convertían en proyectiles.

En cierta ocasión, el corrector de estilo, al que apodaban “hormiga loca”, en medio de un apagón, vio una silueta en el balcón, a la que le dio un manotazo en el trasero, y dijo: “te cogí, Valdés”… la persona respondió: “Domínguez, parece mentira, soy yo, el director”.

En el horario nocturno, junto a tertulias culturales ocasionales, se llevaba a cabo un riguroso torneo de ajedrez; el dominó a la hora del almuerzo, y hasta tirar con escopetas de peerles en el patio del almacén; si había demoras en el proceso, los “excedentes” iban a jugar softbol; los fines de semana incursionar en cuevas —inspirados por Eduardo Labrada— y hasta unos pocos aprendieron paracaidismo, mientras otro, Juan Córdova, voló en planeador. Bueno, hasta la dulce Carmita, correctora todavía en activo, fue Lucero del San Juan, representando al entonces Sindicato de la Prensa y el Libro.

Las caricaturas eran el fuerte. No había perdón con nada, ni con nadie. Coincidiendo con la novela La esclava Isaura se hizo un mural con fotos de los trabajadores y adaptación a los personajes. Por esos días, uno de los directores Milton Gonçalves y la actriz del papel de Rosa del serial brasileño visitaron la redacción, entonces en Jayamá.

Tras una conversación en “portuñol” solicitaron que todos firmaran pues se llevaban el mural para la productora O Globo, como algo inusitado entre sus televidentes.

Realmente no alcanzan para la encomienda las cuarenta líneas que me pide Yanetsy. Es que no había pasividad en la redacción, ni tampoco somos únicos en el mundo periodístico.